No hay mejor medio para estar unido a Jesús que cumplir su voluntad, y ésta no consiste en ninguna otra cosa que en hacer el bien al prójimo... �Pedro - pregunta el Señor -, �me amas? Apacienta mis corderos� (Jn. 21, 15), y, con la triple pregunta que le dirige, Cristo manifiesta de manera clara que apacentar los corderos es la prueba del amor. Y eso es algo que no se dice sólo a los sacerdotes, sino a cada uno de nosotros, por pequeño que sea el rebaño que le ha sido confiado.
De hecho, aunque sea pequeño, no debe ser descuidado, puesto que "mi Padre - dice el Señor- se complace en ello" (Lc 12, 32).
Cada uno de nosotros tiene una oveja. Tengamos buen cuidado y llevémosla a los pastos convenientes. El hom�bre, apenas se levante de la cama, no debe buscar otra cosa, tanto con la palabra como con las obras, que hacer que su casa y su familia sean cada vez más piadosas. Vive de verdad sólo quien vive para los otros.
En cambio, el que vive sólo para sí mismo desprecia a los otros y no se preocupa de ellos; es un ser inútil, no es un hombre, no pertenece a la raza humana ; si buscamos nuestro in�terés, el de los otros irá por delante del nuestro (Juan Crisóstomo, Comentario al evangelio de Mateo, 77, 6).
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
"Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo"(Jn21, 17)