De 1903 a 2003, Panamá no había tenido jardineros tan "malos" ni descuidados como los que supuestamente cuidan nuestro esplendor hoy día. Cada gobernante istmeño después del excelentísimo Porras para acá, ha recibido un jardín, no como el Edén, pero en perfecto funcionamiento.
Todos nuestros dirigentes, unos más otros menos, llegaron al poder sabiendo que iban a trabajar para el progreso de este vergel y todos han dejado un buen sabor de boca al término de sus mandatos.
Nuestro orgullo patrio, se está secando y marchitando por culpa de estos floricultores improvisados de la patria nueva, que llegaron con la idea de que aquí todo había que hacerlo, cuando la mayoría de ellos no sabe siquiera ponerse las cutarras cuando de trabajo organizado se trata. Son floricultores efectistas de esos que compran flores para adornarse y que nunca cultivan por estar perdidos como chiquillos consentidos en la floresta.
Muchos funcionarios de este gobierno, nos están enseñando con parejo énfasis lo que es una monumental aristocracia cursi. �Cómo es posible que descubran a tres años de maravillas, que hay mucho por hacer en materia educativa y nutricional?... �Cómo!... si el más bobo de la nación sabe que ellos, con su falta de cultivo y cuidado a lo arduamente trabajado por cien años en Panamá, han empeorado la situación económica y social de la gente.
Nuestros horticultores de turno, no tiene rumbo ni políticas establecidas y están dispuestos en lo que les queda, a insistir en descubrir el agua tibia.
Lo más parecido al actuar de este grupo de panameños que amo tanto, es la tortuosa procesión de Viernes Santo en la Isla de San Miguel, que parte a las 10 de la noche y termina a las cinco de la mañana con el canto de las mirlas y chorotecas, precisamente porque dan tres pasos adelante y cuatro pasos para atrás.
