Luego de la fiesta democrática que vivió el domingo el país, hay que resaltar la labor del Tribunal Electoral.
Echando mano a los recursos tecnológicos, la nación pudo conocer casi de manera instantánea el resultado de las elecciones generales, constituyendo esto un ejemplo para el resto de los países.
Salvo incidentes menores, los comicios del domingo se convirtieron en una fiesta electoral, superando los vicios del pasado, donde relucía la violencia y el fraude.
Los magistrados, los casi 60 mil funcionarios que laboraron para las elecciones y la Fuerza Pública, dieron lo mejor de sí para garantizar que los comicios constituyeran un motivo de orgullo para Panamá.
No hay duda que el país ya tiene pantalones largos en cuanto al perfeccionamiento de la democracia. Esto costó sacrificios y corresponde a las presentes y futuras generaciones defender el sistema.
Ahora, una vez se conozcan los resultados sobre la conformación de la Asamblea Legislativa hay que resaltar la necesidad de contar con una oposición vigilante y fiscalizadora.
Sería vergonzoso que se repitan hechos como los registrados hace poco, donde integrantes de la Asamblea bailaban al son que le tocaban y cambiaban de bando conforme a la conveniencia.
Sin irse a los extremos absurdos, hay que tener verticalidad en las posiciones. De presentarse proyectos que beneficien al país o sirvan para salvar del colapso a alguna institución, tendrán que apoyarlo; los que busquen otros propósitos deben ser rechazados. Panamá merece dirigentes honestos, que lo entiendan bien los políticos que acaban de ser elegidos.