Muchas personas no saben conjugar el verbo renunciar. Esta situación se produce sobre todo en las esferas del sector público, pero también hay casos en la empresa privada.
Cuando se produce el cambio de un gobierno, hay personas que ocupan altos cargos que se resisten a permanecer en ellos. Hay que entender que una nueva administración tiene que colocar figuras de su entera confianza en los puestos claves.
Un profesional distinguido con una alta posición en el engranaje gubernamental debe tener dignidad y poner su cargo a disposición de los nuevos superiores.
En el campo de la empresa privada, la situación es un tanto similar, pero no se sufren sobresaltos cada cinco años. La permanencia en un puesto te lo garantiza la capacidad y eficiencia.
Si laboras en una empresa y sientes que tu capacidad ha mermado o enfrentas alguna dificultad que te afecta en tu desempeño, lo mejor es tirar la toalla.
Es mejor irse que te boten. Sería decir mentiras que un despido no es doloroso. No es como una salsa "agridulce" que te gusta, pero que a la vez pica. Una vaina así le enreda la vida a cualquiera.
Pero a pesar de todo, lo aconsejable es renunciar . No hay que aferrarse a cosas materiales. El dinero va y viene. Puedes recomenzar una vida laboral y quizás tendrás mayor éxito. El límite te lo impones tu mismo. Siempre recuerdo a un extranjero que vivía en mi barrio. El hombre se estableció en Panamá por los años de la Segunda Guerra Mundial. Hizo una carrera y una familia en territorio panameño, pero también tenía hijos en su país. Cada cinco años el hombre viajaba a la tierra donde nació. Tenía que dejarlo todo por un espacio de al menos un año y luego regresaba para comenzar otra vez con el mismo empeño de siempre. �Lo único que lo detuvo un día fue la muerte!.