Si usted tenía uso de razón en 1983 y el resto de la década de los 80, habrá experimentado ese terror colectivo que se desató cuando comenzaron a difundirse los primeros reportes sobre una nueva enfermedad que atacaba el sistema inmunológico, lo que la hacía prácticamente incombatible mediante los métodos conocidos hasta ese momento por la medicina.
En esos años, salieron toda clase de rumores infundados relacionados con el virus de inmunodeficiencia humana (HIV) y con el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA). Que si se transmitía con apretones de mano y besos de cachete, que si tomabas de un mismo vaso que un contagiado estabas"listo para la foto", que si la culpa la tenían los gays, que si era un castigo apocalíptico caído del cielo, etcétera.
La gente tenía miedo a sentarse en el inodoro de un centro comercial por miedo a quedar contagiado con el SIDA. Cualquier persona delgada, con apariencia de desarreglado y que tuviese alguna llaga en la piel era tildado automáticamente de potencial"sidoso" a sus espaldas.
Los gays tomaron del bueno mediáticamente en esos años. Fueron injustamente llamados los"culpables" de que esta plaga hubiese caido a la humanidad. Otros ilusos pensaron que como eran"machazos", no estaban expuestos; una percepción que se les hizo trizas cuando se enteraron de que habían contraido el virus de una de sus múltiples concubinas, o de una prostituta.
PERO EL GRAN DRAMA HUMANO QUE SE DESPRENDIO DEL MIEDO AL VIH
SIDA fue el rechazo colectivo de la sociedad hacia los enfermos. Nadie quería tocarlos siquiera con una vara de 10 metros de largo. La suma de las percepciones equivocadas sobre el origen de la enfermedad, las vías de transmisión, y su supuesta relación con tal o cual grupo social o étnico, aumentaron exponencialmente el sufrimiento de los afectados. En los 80 y buena parte de los 90, los enfermos de SIDA no solo eran muertos en vida, sino parias. Los leprosos del Siglo XX.
Ahora, en el Siglo XXI, ya no le tenemos tanto miedo al virus. Ya todos sabemos que solo se transmite por contacto sexual o por intercambio de fluidos corporales. Pero por desgracia, la discriminación sigue.
Lo vemos en las salas de enfermos de SIDA en los hospitales públicos y privados del país. Muchos de ellos viven postrados en sus camas, en espera de que alguien los visite, pero sus familiares y amigos los han abandonado.
Hoy día, la llamada"triple terapia", puede extender sus vidas, pero no mejorar las percepciones erradas e infundadas. Tal vez muchos de los enfermos de SIDA tengan responsabilidad en haberla contraído, pero somos nosotros los culpables de apartarlos sin razón.
