�El costo de la vida está estrangulando a los panameños? Eso nadie lo duda. �Ningún gobierno ha hecho lo necesario para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos? De acuerdo. �Es un derecho ciudadano protestar en las calles contra lo que considera injusto? Por supuesto. �Se ha ganado el movimiento estudiantil panameño una reputación de luchadores por la justicia social y los derechos del pueblo? Claro que sí.
Ahora, �todas esas verdades innegables justifican que durante una movilización estudiantil vandalice propiedad privada, e incluso las propias instalaciones de su colegio? Bajo ninguna circunstancia.
Desde hace ya algunos años, resulta verdaderamente difícil entender qué es lo que motiva a algunos dirigentes estudiantiles y a sus compañeros a salir a bloquear las vías y destrozar paradas, automóviles y señalizaciones. Más difícil es comprender qué desean obtener con ello.
Pareciese que algunos de estos dirigentes ansiaran y disfrutaran el enfrentamiento con los antimotines. Es como si se tratara grupos cuya única razón de existir fuese el caos.
En una protesta cualquiera que es reprimida por la policía, la gente toma piedras y palos que encuentra en las calles, en acto espontáneo de defensa. Pero los movimientos de hoy en día viven ansiosos por comenzar la guerra, y se preparan meticulosamente para tal fin.
Así lo demuestran recientes hallazgos dentro del local del FER 29 en el Instituto Nacional: había cocteles molotov ya preparados, piedras, biombos, escudos y botellas. Todo listo para el siguiente desmadre.
El surgimiento y expansión de una nueva estirpe de estudiantes violentos y alborotadores, listos para detonar por cualquier tontería, es otro producto del fracaso de la educación nacional, nuestros gobiernos y nuestra sociedad, siempre en busca del beneficio personal, a costa de todos los valores y principios morales.