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Ante el hambre, no hay razones

José Carlos García Fajardo | Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)

Si el mundo se ha convertido en una aldea global, es evidente que está muy mal gobernada. Falta un liderazgo mundial y faltan auténticos líderes en los estados más poderosos y con mayores posibilidades de influir en el resto de la humanidad. Quienes realmente mandan y deciden son los grandes grupos de presión, la banca mundial, los especuladores profesionales y los intereses financieros. Así como los movimientos fundamentalistas de toda laya.

Como en la novela moderna, al héroe-líder le ha reemplazado el antihéroe-frágil. No hay más que echar un vistazo al tendal de nuestros políticos. �Dónde hay un auténtico hombre de Estado?

Asistimos a la decadencia de los valores fundamentales representados por instituciones que construidas a fuerza de voluntad, de experiencia, de generosidad y de audacia. Me refiero a las instituciones que pertenecen a la Organización de las Naciones Unidas, a la UNESCO, al Banco Mundial para el Desarrollo o al Fondo Monetario Internacional, a la Organización Mundial del Comercio, y la Organización para la Agricultura y la Alimentación, la tristemente de actualidad FAO. Reunidos en "comité de crisis", 500 delegados de 183 países en Roma no hicieron más que confirmar la voluntad de los más poderosos de que esa institución continúe vegetando sin aportar soluciones para combatir el hambre en el mundo.

Es lícito preguntarse que, si los norteamericanos, los europeos y los japoneses, principales contribuyentes del sistema de la ONU, que controlan, hubieran querido que la FAO prosperase y fuese eficaz, habrían permitido que, durante treinta y seis años, la dejaran en manos de un director general libanés y de otro senegalés, 18 años cada uno.

La FAO gastará 784 millones en los dos próximos años, un millón de dólares al día, en un escandaloso despilfarro, ineficacia y responsabilidad criminal ante las muertes por hambre y enfermedades derivadas de más de 35 millones de personas al año, 24.000 al día y un muerto cada siete segundos. La FAO denuncia que la crisis es gravísima y que el número de víctimas se incrementa sin cesar. Esta sí que es la más terrible arma de destrucción masiva.

Los pueblos empobrecidos no necesitan la "ayuda" de los enriquecidos, sino la reparación debida por sus expolios, el reconocimiento de su derecho a cultivar, fabricar y exportar sus productos. Y a que se terminen las subvenciones a productos agrícolas en el norte.

Se conocen el problema y sus soluciones, pero faltan verdaderos líderes mundiales, hombres de Estado, capaces de derrotar a la Gorgona de mil serpientes, que es el modelo de desarrollo que padecemos.



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