El alcohol podría estar influyendo en muchos conductores de vehículos a motor, quienes están atentando no sólo contra su vida, sino contra la de terceros.
�Acaso no importa la vida propia y la de otros inocentes? Es urgente que se tome en serio este problema, y la familia panameña contribuya en la labor de concienciación para evitar que más muertos sigan llenando las calles y carreteras de sangre.
No es nada nuevo. La situación se refleja a diario en los medios de comunicación que transmiten escenas del dolor de familiares y amigos de las víctimas de los irresponsables que manejan bajo los efectos del alcohol.
La familia, la vida, y la salud de todos debe estar por encima del placer por la velocidad y el alcohol.
Las calles de Panamá entera no están hechas para carreras de locos, ni para acabar con la existencia de los demás.
Es fundamental que las autoridades adopten medidas más enérgicas para frenar a quienes utilizan las vías como pistas de carreras, poniendo en riesgo la vida de transeúntes y de otros conductores.
La educación forma parte fundamental en el actuar del ser humano. Ella se inicia en el hogar, luego en las aulas de clases.
Un buen porcentaje de esa enseñanza aprendida será fundamental para desarrollarnos como personas inteligentes y con conciencia.
También permitirá entender lo importante que representa respetar la vida de nuestros semejantes, al igual que la propia.
La cordura y el buen juicio debería ser más importante que todo lo demás, y las autoridades -cuya labor a veces carece de coordinación y constancia- no deberían ser los únicos preocupados por esta escalada de muerte.
De trabajar en conjunto, podría reducirse el número de víctimas en las calles debido a quienes manejan bajo los efectos del alcohol.