Los pueblos no deben creer en una sola lágrima de sus mandatarios y menos en Panamá, en donde muere un promedio de cuatro niños menores de un año, por día. Cristo nunca lloró, se limitó a morir.
Panamá se ha sumado a las tragedias provocadas por los llorones de este mundo. De todos ellos Calígula fue el más proclive a reventar en sollozos y por ende el más cruel, desde recién nacido lloraba pataleando por las tetas de Agripina la mayor, su madre, que con los años fue asesinada por él mismo. Flauto, vaticinó en muchos de sus versos que después de los griegos sucederían dominios minados de llorones y en efecto aparecieron los Césares Romanos: César, Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Galba, Otón, Vitelio, Vespuciano, Tito y Domiciano. Todos llorones.
Casi todos los lloricones al igual que Nerón han padecido de retraso mental. El hermanito de Napoleón no dejó de verter lágrimas un solo día antes que lo expulsaran de España, en Inglaterra el Feudal Richard III gritó ahogado en mocos suaves "Mi reino por mi caballo", y así terminó la batalla de las Rosas, Gerhrin Gerjal de la SS le lloraba a Hitler como una Magdalena en el transcurso de la derrota, el apestoso y maligno Grenoille del libro "El Perfume" escrito por Alexander Sqskid ha sido el llorón más siniestro de la ficción, el presidente Richard Nixon que llevó a la muerte a más de 90, 000 jóvenes en Vietnam, hizo crecer con sus lagrimones al río Potomac el día de su renuncia diciendo: "I am not a crook" (yo no soy un ladrón).
En la fauna ocurre lo mismo. Las hienas lloran y ríen mientras devoran a sus presas, los cocodrilos vierten lágrimas al tragar animales enteros, pero hasta los capachos saben que son falsas. Los gatos de agua de nuestras quebradas lloran en las madrugadas con adoloridos gritos mientras obran los calcáreos restos de los crustáceos. La ventaja para los llorones de Panamá, es la vigencia de la ley no escrita: "El que no llora no mama".