Súbito, pavoroso, terrible, se extendió el fuego en la casa. Lo había comenzado un chiquillo de dos años de edad. Había estado jugando con las luces del árbol de Navidad. Jennifer Olson, la hermana mayor, de catorce años, actuó con rapidez.
Sacó fuera de la casa a sus hermanitos de dos, tres, cinco y seis años de edad, y a su abuelo paralítico, de setenta y cinco años. Cuando ya los tenía a todos en un lugar seguro, entró de nuevo a la casa en llamas para rescatar a sus dos perros, pero el humo la envolvió y la asfixió. Tres días después la chica murió en el hospital. "Sacrificó su vida por amor a sus perros -dijo llorando la mamá-. Fue un sacrificio por amor."
Muchos sacrificios parecidos hay en el mundo. Todavía quedan personas heroicas que arriesgan la vida para salvar a otros, aun a animales a los que les tienen cariño. No todo es sordidez, interés material y egoísmo. Todavía hay heroísmo. Era mucho, sin duda, entregar la vida de una niña por la vida de dos simples perros, pero en todo acto heroico se cuenta más el desinterés y el espíritu de sacrificio que los valores materiales que puedan estar involucrados.
Todo acto de heroísmo en el mundo, toda acción de sacrificio en que una persona da su vida por otra, tiene, aunque no siempre se reconozca, su raíz y su base en aquel supremo sacrificio de la historia que se hizo por supremo amor para salvar a toda la humanidad. Ese sacrificio es el de Jesucristo en la cruz del Calvario. Su acto de amor, totalmente altruista, sentó la base para todo sacrificio heroico que posteriormente se hiciera en cualquier parte y por cualquier motivo. El hombre aprende heroísmo y sacrificio con el sacrificio de Cristo.
Ese sacrificio -desinteresado, total, amoroso, perfecto- abre para todos nosotros la puerta hacia una vida nueva. No fue un sacrificio inútil. Fue, y es, enormemente útil para todo hombre y toda mujer de todo tiempo y de todo lugar. Sólo tenemos que aceptarlo para obtener la redención de nuestra vida.
El sacrificio lo hizo Dios, en la persona de su Hijo Jesucristo, por nosotros. No rechacemos ese amor divino; de hacerlo así, estaremos rechazando nuestra salvación.
Box 100 � Costa Mesa, CA 92628 � tel: 949.645.0676 � fax: 949.645.0374
