Miércoles 9 de sept. de 1998

 








 

 

FAMILIA
La guerra contra las drogas

James A. Inciardi

De igual forma se creía que la decadencia de la industria de remedios patentados después de la aprobación de la Ley de Alimentos y Drogas Puros había reducido sustancialmente el número de consumidores de narcóticos y cocaína. Más aún, para 1912 la mayoría de los gobiernos estaduales había puesto en vigencia controles legislativos sobre el expendio y la venta de narcóticos. Así, es plausible afirmar que eltamaño de la población que consumiía drogas había empezado a declinar años antes de que la Ley harrison se hbuera vuelto objeto de la interpretación de la Suprema Corte. Entonces, también, los efectos combinados del estigma, la presión social, la Ley de Alimentos y Drogas Puros y los controles estaduales habían servido para crear un submundo de consumidores de drogas y de drogas de mercado negro. Para 1914 un conjunto de comentadores había advertido este cambio. Algunos, si bien de forma melodramática, habían convertido en su blanco a la economía subterránea de consumo de narcóticos:

Muchos individuos han llegado a la conclusión de que vender "merca" es un negocio muy provechoso. Estos individuos han enviado a sus agentes a mezclarse con las bandas que frecuentan las esquinas de nuestras ciudades, instruyéndolos para que tomen drogas. También se han empleado porteros, patrones de bares y taxistas para ayudar a vender el hábito. El plan ha funcionado tan bien que difícilmente exista un salón de billares en Nueva York que pueda no ser llamado un lugar de reunión para los demonios de la droga. Se ha puesto la droga en caramelos y se los ha vendido a los chicos de colegio. Los individuos que conspiran, al estar familiarizados con la acción de formación del hábito de las drogas, creen que el creciente número de "demonios" creará una mayor demanda de la droga y de esta forma construirán un negocio provechoso.

Para fines de la década, otros observadores advertían que, si bien el adicto medicaamente inducido todavía era prominente, una nueva población acababa de emerger. Era una población del submundo, principalmente compuesta por consumidores de heroína y cocaína que habían empezado el consumo de drogas comoo consecuencia y asociaciones con otros delincuentes. Así, parecería que la emergencia del delincuente adicto no era simplemente consecuencia de un proceso de criminalización causa/efecto, la definición de la Ley Harrison del consumo de narcóticos como un delito. Más bien, probablemente, era el resultado de los efectos de la legislación combinada con la emergencia de una nueva categoría de consumidores que ya estaban dentro del submundo.

Si bien sólo ahora se cuenta con datos precisos sobre la incidencia y prevalencia del consumo de drogas, para principios de los años veinte los lectores de los medios de comunicación popular se enfrentaron, casi cotidianamente, con cómo el consumo de drogas, y especialmente el consumo de heroína, se había convertido en una epidemia nacional.

Las estimaciones llegaron a una cifra tan elevada como 5 millones, con cualquier cantidad de explicaciones para el reciente número de consumidores. Algunos le echaban la culpa a la codicia de los traficantes de drogas, otros a la personalidad inadaptada de los consumidores. Unos pocos aducían que era una consecuencia natural de la enmienda de la Prohibición. La mayoría de los observadores por lo general coincidía, sin embargo, en que la respuesta al problema era más legislación.

 

 

 

 

 



 

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