EDITORIAL
Huelga de hambre en La Joya
La penitenciaría de
La Joya fue concebida por el régimen endarista para asentar los reos
de escasa peligrosidad; primarios que circunstancias de la vida condujeron
al delito, y en su diseño y prospectiva serviría de centro
rehabilitador donde los justiciables recibirían formación
en oficio, incluyendo al aprendizaje agrícola.
El gobierno del perredé al conocerse la filmación televisiva
del violentismo de los custodios contra los presos en la cárcel de
La Modelo decidió eliminarla y la calificó de monumento a
la injusticia y la ignominia, destruyendo el vetusto inmueble a golpe de
dinamita y trasladando indiscriminadamente sus ocupantes a La Joya.
Ahora, aquella medida aplaudida y voceada con triunfal acento por el
mandatario Pérez Balladares muestra consecuencias dolorosas; negativas
que se materializan en la huelga de hambre que los reclusos mantienen desde
ayer, en el intento de obtener atención a sus problemas y carencias.
Los quejosos señalan como causa el hacinamiento en las celdas,
donde se aloja a casi el doble de la capacidad diseñada, con únicamente
dos camas que deben turnarse entre los reclusos, sin servicios sanitarios
accesibles, y donde se reparten golpizas y maltratos por los custodios.
Agregan los huelguistas que los alimentos son suministrados en putrefacción
y se hace convivir enfermos de Sida con reos saludables; situación
dantesca que definen como "un infierno".
Las autoridades administrativas niegan tales acusaciones; rechazan las
conductas señaladas por los reos, y en su defecto muestran recaudos
de los elevados gastos alimentarios que realizan trimestralmente.
Estas quejas, contenidas en el documento que familiares de los presos
hicieron llegar al Ministerio Público son de fácil comprobación
o rechazo: funcionarios de Corrección y otras dependencias pueden
acceder sorpresivamente a los comedores de la penitenciaría y verificar
la idoneidad de las comidas; de igual manera, legistas médicos pueden
precisar hematomas, heridas y escoriaciones, en quienes dicen sufrir castigos
corporales; también resulta factible aumentar el número de
camas en las celdas, y asímismo establecer sistemas de acceso a las
instalaciones sanitarias alejadas y externas.
Al entender que los detenidos gozan de derechos humanos y procesales
que deben respetarse, puntualizamos que las penitenciarías no son
lugares de veraneo o vacaciones; y asímismo que la normas de comportamiento
y reglamentarias deben cumplirse con estrictéz: Pretender alcanzar
sinecuras, ventajismos y favoritismos a través de simuladas acusaciones
merece rechazos y censuras.
Se impone imparcialmente agotar las investigaciones esclarecedoras y
ofrecer sus resultados a la opinión pública, para así
disipar las crecientes dudas y suspicacias que el actuar huelguístico
de los reos incorpora: Las rectificaciones que los resultados reclamen,
no deben retardarse.
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