Algo irónico. De los panameños siempre hemos dicho que un elemento característico de nuestra identidad colectiva es la práctica del "juega vivo": esa innata habilidad de sacar ventaja de las circunstancias, evadiendo las reglas establecidas; ese talento por el oportunismo que con frecuencia es citado como nuestro principal vicio.
Pero inexplicablemente, cuando se trata de defender nuestros derechos, de luchar por lo que nos corresponde y enfrentarnos a quienes nos quieren tomar por tontos, nos volvemos en extremo pasivos y dejados.
Algunos ejemplos: �cuántas de nosotros protestamos cuando vemos que se nos cuelan en una fila, ya se para entrar al cine o pagar un recibo de luz? Estamos acostumbrados a que nos pasen por encima. Aceptamos el juega vivo como una institución, no sólo para hacer la viveza, sino también para dejarnos que nos apliquen la jugada.
Otro ejemplo perfecto de lo que hablamos es en la actual situación del transporte público, un problema que nos hemos estado aguantando por décadas.
Tras que nos arriman en los asientos como sardinas, con asientos rotos, sin aire acondicionado, con música estridente y con un chofer manejando como alma que lleva el diablo, estamos a vísperas de permitir que nos aumenten nuevamente el pasaje.
En una admirable excepción a la regla, el pasado fin de semana usuarios de buses que transitan por el corredor norte denunciaron a la Autoridad del Tránsito que los responsables de varias rutas habían subido las tarifas unilateralmente, lo que provocó una rápida acción de agentes de la Autoridad del Tránsito.
Dejarse conguear significa apadrinar las vivezas que otros cometen contra nosotros y nuestros semejantes. Así no estamos siendo buenos ciudadanos.