El auge de la industria de la construcción y actividades conexas plantea muchas oportunidades de crecimiento y mejoramiento del nivel de vida de los panameños, por tratarse de una actividad que influye en muchos sectores; sin embargo plantea retos y responsabilidades para los constructores, autoridades y trabajadores.
Así como es válido que de alguna manera todos obtengan réditos, este interés debe ir a acompañado del compromiso por trabajar en un ambiente agradable y armónico, pero, teniendo en cuenta los riesgos que conlleva una actividad como la construcción, hacer de la seguridad una cultura que guíe cada día de trabajo.
Lo cierto es que nadie puede afirmar que quienes dirigen las grandes obras que actualmente se realizan en Panamá están en contra de la prevención de accidentes o que deseen que sus trabajadores sufran algún tipo de lesión. Por ello, para que un programa de prevención de accidentes sea exitoso debe existir el compromiso de quienes gerencian los diferentes proyectos.
Hablamos de la seguridad como una cultura, pero �quién la pone en práctica? Se trata de un compromiso de todos, principalmente de las empresas, es una responsabilidad del estado vigilar para que se cumplan con los planes y medidas de seguridad que garanticen la integridad de los obreros y la seguridad en toda la obra, pero también será deber del trabajador observar, acatar y poner en práctica utilizando su equipo personal de seguridad que le suministra la empresa para realizar sus labores diarias en un ambiente seguro.
Si hacemos un parangón entre las obras en la ciudad capital y las actividades diarias del Canal de Panamá, notaremos que en la vía interoceánica no suceden los accidentes que últimamente han sacudido a la construcción. La razón es sencilla: en el Canal la seguridad es una cultura.
Parte del éxito eslograr que los obreros conozcan los peligros de su actividad, porque así se disminuyen los riesgos de accidentes; para lo cual hay que identificar los peligros potenciales y las medidas que deben tomarse para eliminarlos o minimizarlos.
Sobre todo, de parte de los constructores quienes además de apoyar financieramente los programas de seguridad y prevención de riesgos, deben dedicarle tiempo e involucrar a los trabajadores, quienes por lo regular son los más afectados. Porque al final, cada vez que se suscita un accidente perdemos todo.