Al finalizar la guerra fría, las naciones industrializadas sobrevivientes elaboraron un nuevo listado de amenazas al equilibrio mundial y la estabilidad de las naciones. Ese listado esta resumido en la llamada lucha en contra del crimen organizado. No es que esas amenazas surgieron después de la terminación del conflicto. Ocurre que todas ellas estaban supeditadas a una lucha global y fueron usadas indistintamente por los bandos enfrentados para obtener ventajas y espacios de control en los inmensos territorios que se disputaban.
El caso más dramático de ese período fue la denunciada operación Irán-Contra. Ante la negativa del Congreso de los Estados Unidos de mantener el financiamiento de la lucha en contra del gobierno Nicarag�ense, miembros del Consejo de Seguridad Nacional Norteamericano, crearon un puente aéreo para el traslado de toneladas de drogas las cuales cambiaban por armas que suministraban a los grupos de oposición. Panamá jugó un triste papel en esa operación convirtiéndose en punto de escala y abastecimiento de esa maniobra.
Al desaparecer las causas del conflicto, o al menos, dejar de ser una amenaza mundial, la comunidad internacional recibió el nuevo mandato de lucha. Enfrentar las nuevas modalidades de terrorismo, la migración ilegal, el tráfico de armas, el blanqueo de capitales y el narcotráfico en todas sus manifestaciones, se transformó en la misión de todas las naciones.
Se explicó que esa amenaza ponía en peligro los procesos políticos hacia la construcción de nuevas democracias y la necesidad de abrir las economías nacionales a las leyes del mercado bajo la tutela de las grandes potencias industriales.
Sin embargo, otra era la realidad. Perdimos demasiado tiempo concentrados en esa confrontación global y no supimos atajar a tiempo los otros males que iban minando a nuestras sociedades. Estas fueron toleradas o reprimidas con timidez mientras no sirvieran a los propósitos del adversario. A esas alturas, las manifestaciones del crimen organizado habían penetrado extensamente las estructuras de los Estados y en muchas regiones habían pasado a controlar partes importantes de éste. Fueron minando las instituciones del sistema financiero y de sus economías, creando una falsa imagen de crecimiento. Pacientemente, se introdujeron en el sistema judicial y en los organismos responsables de la búsqueda y captura de los delincuentes, para finalmente entender que debían acercarse al poder político de los gobiernos y colocar fichas claves cercanas a los dirigentes de turno.
Hoy en día esa lucha no se realiza entre el Estado y los delincuentes, sino dentro del mismo Estado. En Panamá el desafío tendrá que involucrar a toda su sociedad, si no queremos terminar como las naciones que han perdido su capacidad de respuesta, han renunciado a la lucha y han sido doblegadas por el poder económico de los nuevos carteles del blanqueo de capitales.
