S E C C I O N E S

EPASA EN LINEA

PANAMA AMERICA

DIAaDIA EN LINEA

REVISTA SIETE!


inicio

al cierre

nacional

política

opinión

el pueblo habla

provincias

sport

el mundo

viva

sucesos

 

CRITICA
 
FAMILIA
  OPINI�N


De cada dos, uno fracasa

Hermano Pablo | Reverendo

Oskar y Janet Sinclair, feliz pareja de recién casados, se despidieron de los invitados y partieron para el aeropuerto. Su luna de miel había de ser en Alaska, el estado de intensos cielos azules, de aguas heladas y de nieves perpetuas.

Llegaron a Anchorage, la capital, y a la mañana siguiente hicieron su primer paseo. Al ver un hermoso prado verde, decidieron correr hacia él. Lo que no sabían era que ese bello tapiz vegetal era, en realidad, arenas movedizas. Fue así como desaparecieron lentamente en el aguado suelo. Murieron abrazados, al segundo día de casados, en un húmedo lecho de arenas movedizas.

�De cuántos matrimonios, hoy en día, se puede decir que terminaron sus días sin faltar a sus votos? La respuesta es asunto de estadística: de cada dos matrimonios, uno termina en divorcio.

El caso de Oskar y Janet se presta para varias reflexiones. Una es la ya mencionada. Fueron fieles el uno al otro hasta el fin de su vida. �Pero -objetará alguien- es porque murieron al día siguiente de haberse casado.� El que así piensa da a entender que lo único que asegura la fidelidad hasta la muerte es morirse tan pronto como uno se casa, pues los que viven algún tiempo juntos están destinados, tarde o temprano, al divorcio.

Es realmente triste, hasta deprimente, pensar que todo nuevo matrimonio se desbaratará, irremisiblemente, a los pocos días o años de casados. �Acaso no existe un matrimonio feliz que sea duradero?

Claro que sí. Porque no todo matrimonio termina en divorcio. Es posible llevar una larga y feliz vida matrimonial. Los que hemos celebrado nuestras bodas de oro por haber permanecido casados más de 50 años -y algunos hasta más de 60 años- podemos dar testimonio personal de eso. Cada año que pasa nos depara la oportunidad de reafirmar nuestro amor y nuestra felicidad.

Sin embargo, es necesario que haya una transformación y que esa transformación sea tan profunda que aniquile toda soberbia, rebeldía, orgullo y egoísmo. Cristo es el único capaz de transformarnos de ese modo. Pero tenemos que pedírselo. �l no transforma a nadie por la fuerza. Rindámosle nuestra vida a Cristo. Así en lugar de asegurar el fracaso de nuestro matrimonio aseguraremos más bien su triunfo.




OTROS TITULARES

Se funda el Opus Dei

Sin embargo, ando a la deriva

Mundo cooperativo

Guillermo Endara

Blas Pascal

De cada dos, uno fracasa

Crisis ecuatoriana

 


 

  





linea
linea gris
 

   copyright © 1995-2009, CRITICA EN LINEA
todos los derechos reservados