La opinión pública panameña es testigo cada cierto tiempo del bochornoso espectáculo que nos ofrecen los políticos que saltan de sus toldas hacia colectivos que están en el poder. Es una práctica tan vieja en Panamá como la política misma.
Estos cambios de tolda originan un forcejeo público de los partidos que se creen dueños de la curul. Es como una especie de canibalismo político, en el que los electores no tienen derecho a expresar su opinión, ni a ninguna de las partes en pugna les interesa conocer.
A los que llevaron a esos diputados a la Asamblea Nacional a través de sus votos, solo les queda mirar impávidos cómo los partidos políticos se pelean la curul. Al término de cinco años, estos mismos políticos que traicionaron a sus electores volverán a pedirles sus votos con base en nuevas quimeras.
Y como si fuera un traje hecho a la medida, cada partido en el poder maneja las leyes para favorecer el transfuguismo, siempre que sea para su beneficio. Son acuerdos de recámara que solo conocen aquellos que los negocian.
La clase política panameña erosiona cada vez más su ya maltrecha imagen con estos espectáculos. Los calificativos de traición y corrupción que se endilgan por estas deserciones impactan a la sociedad, que es la realmente traicionada con esta situación.
Los electores deben tener bien claro los nombres de los políticos que les cambiaron las reglas de juego a mitad de camino y de aquellos que propiciaron ese cambio, sin consultarlos. Seguramente, volverán a su puerta para pedirles el voto.