�Al recorrer Valongo... un negro que azotaba a otro en la plaza. El otro no se atrevía a huir; gemía solamente estas... palabras:
�-�No, perdón, mi amo!
�Pero el primero no le hacía caso, y a cada súplica le respondía con un nuevo azote.
�-�Toma, diablo! -decía él-. �Toma más perdón, borracho!
�Paré, miré... �Santo cielo! �Quién podía ser el del azote? Nada más y nada menos que mi negrito Prudencio, el que mi padre libertara algunos años antes. Me acerqué; él se detuvo enseguida y... le pregunté si aquel negro era esclavo suyo.
�-Sí, lo es, Ñoñó.
�-�Te hizo algo?
�-Es un vago y un gran borracho. Hoy mismo lo dejé en el puesto mientras yo bajaba a la ciudad, y él dejó el puesto para ir a la taberna a beber.
�-Está bien; perdónalo -le dije.
�-Cómo no, Ñoñó. Usted manda .
�-�Entra a la casa, borracho!
�... Seguí camino, hilvanando una infinidad de reflexiones....
�... Era un modo que Prudencio tenía de deshacerse de los golpes recibidos, transmitiéndoselos a otro. Yo, cuando niño, ... lo maltrataba sin compasión; él gemía y sufría. Sin embargo, ahora que era libre, ... podía trabajar, holgazanear y dormir. Sin las cadenas de su antigua condición, ahora venía a desquitarse: Compró un esclavo, y le iba pagando, con intereses altos, las sumas que de mí había recibido.�
Así analiza Brás Cubas la conducta despótica de un antiguo esclavo suyo en la obra clásica del escritor brasileño Machado de Assis titulada "Memorias póstumas de Brás Cubas".
�Qué contraste el que presenta aquel esclavo liberado por Brás Cubas con el Señor Jesucristo! Prudencio, que es esclavo, recibe la libertad, y con ella resuelve esclavizar al prójimo. En cambio, Cristo, que es Dios y Amo de todo el mundo, se hace siervo porque ha resuelto que así todos nosotros podremos recibir libertad de la esclavitud del pecado.