Desde hace años, un grupo de inescrupulosos panameños se ha dado a la tarea de robarse las tapas del alcantarillado para después fundirlas y obtener ganancias, sin importarle con los demás ciudadanos que tienen que enfrentar el peligro de caer en un hueco o transitar por las calles.
En esta cadena de robos participan, además, los dueños de las empresas fundidoras que fomentan esta práctica al aceptar las tapas robadas. Varios panameños han sufrido severas lesiones corporales al caer en los huecos o al ser atropellados por vehículos en marcha, debido al comercio ilegal de metales.