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Juguetes

Milciades Ortíz | Catedrático

El chiquillo de diez años quedó sorprendido cuando vio la cantidad de juguetes que le había "traído el Niño Dios". Revisó uno que otro, pero no sabía decidirse por uno de ellos. Al final fue al otro cuarto a jugar con los juguetes de la Navidad pasada...

Aquí había un ejemplo de cómo algunos padres convierten los juguetes en "símbolo de poder" y posición social.

Todo el año habían trabajado los padres hasta por la noche, para conseguir buenos ingresos. Esas largas jornadas no les permitían tener suficiente tiempo para jugar, conversar y compartir el hogar con sus hijos.

Al llegar Navidad, pensaban que "atiborrando" de juguetes al niño, justificaban los sacrificios familiares hechos en el año.

Entre esos juguetes había unos que eran para dos o tres años más que la edad del hijo. Pero ellos consideraban que su muchacho "era un genio" y podía recibir juguetes que no eran de su edad.

A veces los padres necesitaban un título de Ingeniero para armar estos caros y complicados juguetes. Tuercas, llaves y otras piezas... sobraban... ante la mirada triste del niño.

No se deben comprar juguetes para demostrar que usted tiene mucha plata. Eso es distorsionar el espíritu de las Navidades.

Tales personas deben recordar que "Jesús nació pobre en un pesebre", como anotan algunos en Santa Fe de Veraguas.

Deben comprarse juguetes que no puedan causar daños a los niños. Algunos de ellos gustan meterse cualquier cosa en la boca.

Cuidado que están pintados con sustancias tóxicas como el plomo y otras.

Es lamentable que las diferencias sociales y económicas se transmitan a objetos que deben causar alegría.

Cuando niño, me tocó ver vecinitos llorando porque Santa Claus o el Niño Dios no les habían comprado la bicicleta que querían.

Allá en la Calle Primera Parque Lefevre hace sesenta años, una solución era que se prestaran los juguetes.

Recuerdo que una vez mi madre nos dijo que "este año Niño Dios estaba pobre y no tendríamos juguetes". La situación familiar no permitía esos "lujos".

Mi hermano Orlando y yo decidimos "reciclar" los juguetes del año anterior, disfrazándolos para que se vieran distintos. Con pintura e ingenio, pusimos como nuevas unas pistolas de papelillo.

Esa Navidad jugamos mucho con esos juguetes, con el deseo de que los compañeritos no se dieran cuenta de nuestra pobreza.

Es preferible regalar poco a poco los juguetes todo el año, que darlos todos "de un tirón" en Navidad.




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