Menores asesinos, gente que dispara desde autos en marcha contra cualquier parroquiano que se encuentre en las aceras del área metropolitana, asaltos hasta en los autobuses y otro rosario de delitos, revelan que la sociedad panameña está en crisis.
Aunque se trata de un problema compartido, recae en el seno de la familia la responsabilidad primaria de que tantos jóvenes y menores de edad, estén inmersos en la violencia que sacude al país.
El hogar es el lugar donde se inculcan valores morales a los hijos. Si los padres no se preocupan a dónde van y con quiénes comparten sus hijos, entonces a nadie debe sorprender que ésos chicos luego sean carne de presidio.
Muchos padres miran hacia otro lado cuando sus hijos llegan con armas y grandes sumas de dinero a sus casas. No preguntan dónde consiguieron esas sumas y porqué andan con pistolas. Esta alcahuatería es el principal caldo de cultivo de la maleantería que sacude hoy a muchos barrios del país, sobre todo del área metropolitana.
Si bien es cierto que la escuela y las autoridades tienen su grado de responsabilidad, los padres deben jugar su papel y no pretender traspasar a otros la formación y corrección de sus hijos.
Fomentar en la juventud valores como la honestidad y el respeto son fundamentales y éstos deben ser complementados inculcar hábitos de estudios y la práctica de diversas disciplinas deportivas y culturales.
En el otro campo, las autoridades deben cumplir con efectividad sus labores de prevención de los delitos, sobre todo en las llamadas zonas rojas que existen en los diversos barrios de Panamá, Colón, San Miguelito y otros distritos.