El Vidajena

Por: Redacción -

Los vecinos del patio limoso estaban inquietos y hasta aterrorizados porque en las noches y en la madrugada escuchaban voces procedentes del cuarto 10, que desde el año pasado se encontraba vacío. A pesar de la falta de viviendas en esta capital, los pacieros necesitados de vivienda no tenían intenciones de alquilarlo, mejor dicho, habitarlo, porque como recordarán en la vieja casa de inquilinato nadie paga alquiler porque el inmueble está condenado.

Una doñita con su siete come arroces, abandonada por su quita frío, quien se consiguió una chiquillona de 18 años con la que se escapó rumbo a un poblado del interior, fue al patio limoso y se encontró con Régula preguntándole por qué nadie quería vivir en ese chantin.

La vieja bochinchosa le dijo que en el pasado un man asesinó de veintiún puñalada a su quita frío. Muchos esperaban que algo tenía que ocurrir porque la guial tenía 20 añitos y el quita frío, andaba por los sesenta abriles. La mujercita cansada de tener un veterano que era como un gallo viejo sin espuelas, tuvo que buscarse un amante joven y vigoroso en la persona de Saíno, quien ha cobrado fama de dedicarse a consolar viudas y a guiales que sufren por falta de marido.

Siguió diciendo Régula que una noche, el man regresó borracho y encontró la puerta cerrada por dentro. Buscó un madero y echó abajo la misma y encontró lo que esperaba. Su adorado tormento estaba conversando animadamente con Saíno, quien al ver que el buaycito le cayó a la guial, escapó rumbo a su cuarto y se encerró salvándose así de acudir ante la Pelona. El man fue preso y todavía está de vacaciones en La Joyita.

Ahora se escuchan voces de noche y hasta gritos. También se oyen risas y hasta rezos, luego ocurren trifulcas y nadie se atreve a levantarse a averiguar qué sucede en ese chantin. Gemebunda y Sedoína, las más brutas y supersticiosas dicen que se trata del Diablo que habita en dicho lugar y allí se reúne con el asesino para castigarlo por su horrendo crimen.

Lotario, el negro de buen corazón, se atrevió a abrir el cuarto una mañana para inspeccionarlo y determinar qué había allí. Heidi, la única señorita del patio limoso, lo acompañó y encontraron restos de bebidas y comidas que habían traído de algún restaurante. Había restos de mondongo, de



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