Desierto: te encuentras, te pierdes o te mueres (Cree y vive)

Desierto: te encuentras, te pierdes o te mueres (Cree y vive)

Desierto: te encuentras, te pierdes o te mueres (Cree y vive)

Desierto: te encuentras, te pierdes o te mueres (Cree y vive)

Desierto: te encuentras, te pierdes o te mueres (Cree y vive)

Por: Luis Enrique Morán -

Todo iba “bien” en tu vida [o al menos así pensabas] hasta que —de repente— varias piezas comenzaron a caer y no en cualquiera caída, sino en efecto dominó… No solamente se te cayó todo, caíste tú…

Son esas crisis existenciales, por las cuales todos pasamos… La pérdida de algo, de alguien, el propio extravío, o la suma de todas las anteriores. Justo ahí te toca el comienzo de un largo camino de preparación para la recuperación.

Se trata de un morir a cosas, situaciones, personas o cargas que ya no te ayudan a seguir adelante. Se trata de un nacer a algo nuevo, una mejor versión de ti.

El proceso no es fácil porque más que externo, es interno; es una lucha contra tus propias barreras, etiquetas, temores y tentaciones. Ahí llegaste al desierto de tu vida, donde te encuentras, te pierdes o te mueres… Tú tienes la libertad para decidir.

El desierto es toda una escuela para la vida. El paso por el desierto es cíclico porque la vida es un constante cambio. Constante morir y nacer.

En el caso de los que creemos en Cristo, nos vemos reflejados y vivimos esa experiencia de él, a quien “el Espíritu le empuja al desierto” (Mc 1, 12). Es decir, es una profunda fuerza interior divina que nos impulsa a sentir esa aridez, sed, soledad e inhospitalidad porque ahí no nos podemos quedar…

El desierto de tu vida es el mejor gimnasio donde el Espíritu —ese soplo de vida que habita en ti— te ayudará a construir la fuerza y resistencia para las pruebas venideras en el nuevo ciclo de vida que tú estás por iniciar.

Jesús “permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían” (Mc 1, 13).

No tengas miedo de atravesar el desierto en el camino de tu vida, ese mismo desierto en el cual Cristo fue tentado por el mal durante 40 días [en referencia al tiempo que sea ideal…]. ¡Tómate el tiempo que necesites! No tengas miedo de enfrentarte a tus propias potencias invisibles, a tus propias mentiras, a tus propias tinieblas.

Siempre habrá fuerzas del bien que te ayudarán a vencer.

Si aprendes a recorrer el camino de tu propio desierto, hallarás los oasis y los pozos de agua que te llevarán a tu meta: morir para volver a nacer… Vive este tiempo de Cuaresma para llegar a la alegría de la conmemoración de tu resurrección con la resurrección de Cristo.

Posterior a ser probado en el desierto, Jesús volvió a la realidad exterior de su propio tiempo y proclamaba: “El tiempo de Dios se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Mc 1, 15). Es una invitación a la acción de cambio en el aquí y en el ahora.

¡No pierdas tu tiempo!

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