Entrevista a un empacador de supermercado: ‘No cualquiera empaca’
Una labor poco valorada, pero donde se encuentran historias de responsabilidad y ganas de echar hacia adelante aun en medio de la pandemia. Un joven revela datos curiosos de esta actividad.
Entrevista a un empacador de supermercado: ‘No cualquiera empaca’
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Por: Ana Cristina Quinchoa -
Con miles de comercios cerrados por la pandemia, los supermercados fueron de esos establecimientos que mantuvieron a flote sus operaciones por su naturaleza. En ellos, hay una lista de personas que realizan tareas vitales para la normal actividad del negocio, pero hay una labor en particular que se ha ganado el respeto durante estos meses.
Los empacadores se han convertido en valientes personajes durante la pandemia. Mientras muchos corremos desesperados a desinfectar los productos del supermercado al llegar a casa, ellos tienen contacto directo casi todo el día con productos y clientes, a quienes ayudan para que todo llegue en orden a su destino.
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A lo largo de los años, el trabajo que realizan los empacadores en los supermercados ha sido poco valorado por la sociedad. La ardua labor que realizan día a día fue vista y apreciada por primera vez por muchos en medio de la crisis.
De Bocas a Panamá
En un supermercado en el distrito de Arraiján, provincia de Panamá Oeste (donde se ha concentrado el mayor número de casos por COVID-19) trabaja Misael Jiménez de 22 años, oriundo de Bocas del Toro. Estaba uniformado, usando una mascarilla y una careta para protegerse del mortal virus.
A los 18 años, el chico viajó desde la provincia de Bocas del Toro hacia la ciudad de Panamá para obtener una mejor calidad de vida y conseguir un trabajo que le permitiera pagar sus estudios universitarios.
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‘Mis padres querían pagarme los estudios universitarios, pero no había ingresos para todos. Tengo cuatro hermanos y soy el mayor, si yo aceptaba la ayuda de mis padres, mis hermanos corrían el riesgo de verse afectados y quedarse sin sus estudios básicos’, relató Jiménez.
En la travesía citadina, no lograba encontrar un trabajo fijo, y ante la necesidad de una entrada económica para mantenerse, tomó la decisión de postularse para ser empacador y fue así como empezó este trabajo en el cual lleva un año.
Empacar no es para cualquiera
‘Cualquier persona puede ingresar como empacador, pero no cualquier persona empaca’, dijo el joven. Y es que, para ser empacador se requiere de responsabilidad, no se debe tirar la mercancía como sea y no se debe empacar por empacar, para evitar posibles quejas de los clientes, además, que quieran regresar al supermercado por el servicio.
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Jiménez contó que cuando empezó se adaptó rápidamente a las tareas asignadas: saludar al cliente, preguntar cómo prefiere que sea empacada la mercancía, no combinar productos fríos con secos, y acomodar los paquetes en una carretilla especial para trasladar todo hasta un taxi o al automóvil del cliente. Actividades que a simple vista parecen fáciles, pero no lo son.
Lo que sabe hoy, fue gracias a los empacadores más viejos y a las cajeras que lo instruyeron durante los primeros días.
El supermercado donde labora solo le brinda la oportunidad de generar dinero de manera independiente. Su salario son las propinas. Quien asume la tarea de empacador es notificado antes de todos los detalles: conseguir su propio uniforme y que no se tendrá un sueldo fijo, por ende, la persona decide si acepta o no.
Pero, el trabajo honrado siempre es bueno. La empresa toma en cuenta el buen comportamiento de los empacadores y la forma en cómo tratan a los clientes para considerar su estadía en el supermercado. Por sus aptitudes, Jiménez considera que sigue laborando como empacador, porque hay otros que llegan a empacar, se quedan algunos meses y luego ya no están.
El buen empacador
Para Jiménez, un buen empacador debe ser sincero, amable y respetuoso, no solo con los clientes, sino también con los compañeros. Además, admitió que hay que ser paciente y aceptar los cambios, aunque sean incómodos, como fue el uso de las bolsas reutilizables, pues al principio, tanto a Jiménez como a sus compañeros les confundía la manera de trabajar, porque algunos clientes llegaban con una sola bolsa al súper, y pedían que todos los productos fueran empacados allí, sin que nada se dañara. En ese momento, como empacadores, dejaron de lado todo lo que ya sabían sobre empacar.
De hecho, lo más difícil para un empacador, según Jiménez, es cuando el cliente no lleva bolsa, porque deben encontrar una solución rápida: que el cliente compre las bolsas reutilizables del supermercado o empacar en cajetas, pero si en ese momento no tienen, entonces piensan ¿ahora dónde empaco?
Jiménez consideró que el Gobierno debería prestarle más atención y valorar el trabajo que realizan los empacadores, así sea, con alguna bonificación quincenal o mensual, creando leyes para que sea una labor con un sueldo fijo, y que los supermercados brinden capacitaciones a los muchachos que incursionan por primera vez en el mundo de los empacadores.
En pandemia
La entrevista a Jiménez fue realizada hace pocos días, en medio de la pandemia. Trabajar bajo esta situación también ha sido difícil para él, porque el temor al contagio siempre está latente, pero Jiménez toma sus medidas de bioseguridad, además de aplicar el distanciamiento entre clientes y compañeros. Cada vez que termina con los paquetes de los clientes, se lava o desinfecta las manos con gel alcoholado para luego retomar sus labores.
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La manera de empacar no ha cambiado, dijo el joven, pero sí el modo de trabajar. Ya no existen los tres turnos diarios por semana (matutino, vespertino y nocturno), ahora, se trabaja de acuerdo con el horario de movilidad dividido por sexo, que fue establecido por el Gobierno para evitar la propagación del virus. En base a ello, a algunos empacadores les toca trabajar los días de salida de hombres y a otros cuando salen las mujeres, como el caso de Jiménez, quien solo trabaja los lunes, miércoles y viernes y lo hace desde la apertura hasta el cierre del súper.
Ahora, hay más clientes por atender para Jiménez: entre 60 y 70 personas al día, cuando antes, solo empacaba para alrededor de treinta, pero con esa cantidad, que representa más trabajo evidentemente, ha logrado ganar entre 50 o 60 dólares por día, cuando antes era la mitad.
Aunque Jiménez ha logrado ganar un poco más de dinero de lo acostumbrado por la cantidad de clientes que ahora atiende, ha notado que el monto de las propinas ha disminuido. Antes de la pandemia, los clientes entregaban de 1 a 2 dólares, ahora dan 25 o 50 centavos y en ocasiones solo se recibe las gracias. Sin embargo, Jiménez dijo que no le molesta, porque comprende la situación que atraviesa el país y en la que se ven muchos clientes: un duro golpe a su economía, carencia de monedas o miedo al contacto por el posible contagio del virus.