José de Jesús Francisco Zúñiga Chavarría

José de Jesús Francisco Zúñiga Chavarría

José de Jesús Francisco Zúñiga Chavarría

Por: José Morales Vásquez Investigador de arte Facebook: Jose Morales. -

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El periodista Fernando González Gortázar dijo de él, que ha sido uno de los 100 mexicanos más notables del siglo XX.

En la Enciclopedia Británica se puede leer de Zúñiga: “Quizás el mejor escultor de la política mexicana de estilo moderno”.

Practicó también la litografía a partir de 1973.

En 1987 fue nombrado académico de número de la Academia de Artes de México.

De entre los museos que poseen sus obras en sus colecciones permanentes destacan: el “San Diego Museum of Art”, el “Metropolitan Museum of Art”, de Nueva York (MET), el “Museo de Arte Moderno de Nueva York” (MOMA), el “Museo de Arte Moderno de México”, el “Phoenix Art Museum en Arizona”, el “Museo de Arte de Ponce en Puerto Rico”, y el “Hirshhorn Museum de Washington D. C”.

Tomado de: https://trianarts.com/francisco-zuniga-la-fuerza-de-la-mujer-indigena/#sthash.hbwLAWIO.dpbs

La ternura maternal parece yacer, como esencia misma, como materia prima, en las esculturas y pinturas de Francisco Zúñiga. Maternidad que se reviste a veces de trabajo y faena cotidiana, de ocios y letargos, de una innegable sensualidad plástica. Zúñiga es un estudioso de la mujer, de sus poses, de su conducta, de sus maneras, de sus formas. Nada le desvía de esa intención. Las figuras, anatómicamente generosas, ampulosas y gratas se afincan sobre la tierra misma para sembrarla en una cíclica apología de la fecundación.

Francisco Zúñiga. La tierra sustantiva

Por Jaime Moreno Villarreal

En numerosas ocasiones, Francisco Zúñiga (Guadalupe, Costa Rica, 1912 - México, DF., 1998) expresó sus dificultades para trabajar de memoria. No era que careciese de destreza, todo lo contrario: era un extraordinario dibujante que conocía la anatomía hasta un punto más que sensible, afectivo. Si algo temía Zúñiga -consciente de las restricciones de su repertorio temático y figurativo- era la estilización, el repetirse y volverse previsible. El artista necesitaba desprenderse de su propia manera, tan característica y reconocible, para plantarse cada vez, en cada recomienzo, lejos de toda seguridad, en las lindes de la insatisfacción.

Podemos afirmar que fue en el dibujo con modelo donde el artista libró ese combate de cada día contra la banalidad. Zúñiga dibujaba a diario. Sus apuntes y dibujos de mujeres indígenas eran el punto de partida de su escultura y su grabado, pero constituían asimismo el documento de información visual -recogida, por ejemplo, en un mercado- en que elaboraba ya soluciones técnicas. De dibujo en dibujo (pues el maestro volvía una y otra vez sobre sus apuntes), el escultor vislumbraba la síntesis del bulto. Véase Mujeres conversando, 1980, o Arcos de Izamal, 1982: en estos dibujos las poses de las mujeres están plausiblemente dispuestas para trasladarse a la escultura. Zúñiga era un enamorado de la recomposición. Si bien trabajaba con modelo, difícilmente podrá hallarse una obra suya en que se entregue francamente al realismo.

Su intento no era la copia del natural, sino la reducción del cuerpo a formas telúricas; extraía una forma humana sustantivada en tierra o piedra y la elaboraba volumétricamente en el espacio con otras figuras. Un ejemplo radical de esto es el bronce Grupo de tres mujeres sentadas, 1986, cuya factura muestra la preparación en barro de la pieza. Si bien a partir de mediados de 1950 -época en que el indigenismo va de salida en el espectro del arte mexicano- la obra de Zúñiga posee un lenguaje y una coherencia tal que se reconoce de golpe, él siempre fue un investigador de lo nuevo, un investigador casi microtonal que buscaba mejorar a cada paso, e incluso abandonaba alguno de sus logros cuando le satisfacía. Zúñiga insiste en la imagen de la mujer indígena, pero abstrayéndola de retórica.

Continúa.

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