MI ENCUENTRO CON ANTONIO LEDEZMA
El pasado miércoles, tuve el honor y el placer de recibir como presidente de Nex Canal 21, al exalcalde de Caracas y perseguido político del régimen venezolano: Antonio Ledezma. Mi admiración hacia tan distinguida personalidad venía por su valentía siempre mostrada y por su línea invariable de oposición a un régimen cercenador de las libertades, destructor de sueños y esperanzas hacia sus conciudadanos y que ha hecho que la Patria de Bolívar pase de ser, en menos de una generación, uno de los países más ricos del mundo y receptor de soñadores de todos los puntos cardinales a convertirse en una pesadilla para su pueblo y en exportador de talento humano.
Mi primer encuentro con él fue como un “déjà vu”, ya que ambos fuimos y somos perseguidos de nuestros regímenes, ya que a ambos nos tocó sufrir de un encierro injusto provocado por nuestras ideas políticas, un encierro provocado por no dejarnos comprar, cooptar o poner en venta nuestros ideales más íntimos.
Ambos recordamos nuestros respectivos carcelazos en donde, ¡tuvimos tanto en común!, como eso de usar nuestra mente para engañarnos a nosotros mismos imaginándonos rodeados de nuestros seres queridos. Lejos muy lejos de allí, ambos recordamos las grandes satisfacciones recibidas en los detalles que antes nos parecían de lo más mínimos y ahora convertidos en extraordinarios, ambos, al menos yo sin saberlo, practicamos la teoría elemental desarrollada por el preso político por excelencia: Nelson Mandela, de ser lo más abierto posible a todos, no importa su condición.
En fin, allá en Ramo Verde como aquí en El Renacer, recordamos los cientos de cartas que el resto de los detenidos y olvidados nos entregaban en papeles de lo más variopintos, haciéndome recordar la frase de Dostoievski que el grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos, porque tanto allá en Venezuela como aquí en Panamá la ausencia de una política de seguridad hacen convertir a nuestras cárceles en cementerios de hombres en vida.
Ledezma era ya un político, en cambio yo descubrí esta vocación tras las celdas, Dios me puso ahí (entiendo ahora) para descubrir mi verdadera vocación, la de servir, servir a los más humildes, a los que no tienen voz, a los olvidados del sistema. Hoy mi compromiso de vida es distinto, deseo un Panamá próspero, justo y lleno de felicidad compartida entre todos, que mis hijos y los de mis colaboradores y los de los estratos más humildes tengan los mismos derechos a una educación digna y de primer mundo, a hospitales de última generación. Somos un país inmensamente rico, no debe haber dos Panamá, el Panamá de la opulencia y el Panamá de la pobreza extrema, debemos sumarnos todos a la construcción de esta gran nación, quitarnos las etiquetas partidarias y construir el cambio que todos soñamos.
Adquiero un compromiso conmigo y mi patria, no permitiré que nos convirtamos en una Venezuela madurista, haré lo que tenga que hacer y brindaré mis aportes para volver a vivir en felicidad, paz, tranquilidad, pero sobre todo en abundancia. "Somos hijos todos del mismo padre, ese padre celestial es un REY, así que nuestro derecho, el de todos, es vivir como príncipes".
Y tanto para Antonio Ledezma como para mí, el compromiso con el país nos llevó a sufrir y padecer a ambos y a los nuestros lo indecible, y esta gran prueba a ambos nos hizo llegar a la misma conclusión: a la patria no se le ponen condiciones, y tanto él como yo aspiramos a darles a nuestros respectivos países mejores días y que esta dinámica sea una regla, no una excepción.