Muere Larry King, el periodista que dejaba hablar a sus entrevistados

Muere Larry King, el periodista que dejaba hablar a sus entrevistados

Muere Larry King, el periodista que dejaba hablar a sus entrevistados

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Larry King, una leyenda de la radio y la televisión, murió por Covid-19. Tenía 87 años y durante 63 años entrevistó frente a frente a importantes líderes de la política mundial, el deporte, el entretenimiento, entre otros.

En un mismo día entrevistó al presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, al libio Muamar el Gadafi y al venezolano Hugo Chávez.

El hombre deja lecciones sobre periodismo. Su "talk show" "Larry King Live", era famoso.

¿Cuál era su estilo? Preguntas cortas, jamás largas exposiciones previas para demostrar que era más listo que el entrevistado, curiosidad, nunca ganas de acorralar al invitado. Lo interesante era lo que tenía que contar el entrevistado y, para ello, tenerle a la defensiva, decía, es una mala estrategia. El periodismo (o al menos así se enseñaba antaño) tiene que dar respuesta a cinco preguntas, las cinco ‘w’ en inglés. Qué, quién, dónde, cuándo y por qué. A Larry King le interesaba sobre todo una. Por qué, pero jamás con tono acusatorio, sino simplemente por aprender.

Se casó ocho veces con siete mujeres distintas, gastó fortunas en caprichos y juego, se arruinó dos veces, sufrió un infarto, sobrevivió a dos hijos fallecidos el pasado 2020 y fue arrestado por fraude en una ocasión, pero todo eso, jugoso material para los tabloides, se desvanecía cuando se sentaba en la silla de entrevistador

Larry King entrevistó a 50.000 personas a lo largo de sus 63 años de oficio, desde todos los presidentes de Estados Unidos desde Richard Nixon hasta convictos como Mark David Chapman, desde líderes mundiales como Yaser Arafat y Vladimir Putin.

Nació en Brooklyn en 1933. Su familia era pobre y él, además, un mal estudiante. En mayo de 1957 trabajaba como chico de los recados en una pequeña emisora de Miami, WAHR. Un pinchadiscos de la radio abandonó inesperadamente su puesto y el dueño de la emisora le ordenó que le relevara en el micrófono”.

Tenía una cara perfecta para la radio: cabezón, miope, narizotas, algo hortera en el vestir… Quién diría que un día iba a ser una estrella de la televisión. Pero entonces tenía ya una voz que, aunque cavernosa, era miel para los oídos. Pronto llamó la atención de los cazatalentos de otras emisoras. El icónico personaje se distinguía por sus famosos tirantes y gruesos anteojos de marco negro.

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