Acostumbrarse

Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

La igualdad femenina se dio en América Latina de una manera desigual. Tal idea llegó de países desarrollados como EE.UU., Francia, Italia, Alemania, etc. A finales de los años sesenta del siglo pasado, cuando estudiaba Sociología en Chile, conocí esta realidad. Varias jóvenes defendían con emoción el derecho de tener relaciones sexuales antes de llegar al matrimonio. Esto me sorprendió porque en Panamá el ser señorita era un valor en el matrimonio. La justificación principal de las chilenas era que si a los varones se les permitía casarse con experiencia sexual, ¿por qué a las mujeres no? Si las damas de ese país se consideraban iguales en todos los sentidos a los varones, también tenían el derecho de casarse con experiencia sexual. ¡Frente a mí tenía ejemplo de la liberación femenina!

En los años setenta en Panamá, ya como profesor universitario, fui conociendo acciones de algunas jóvenes que luchaban por la igualdad femenina. Si en Francia se permitía el uso de la minifalda como una expresión de libertad de la mujer para escoger su manera de vestir, aquí también llegó la moda. No todos la aceptaban porque nuestra sociedad no podía acostumbrarse a situaciones que antes eran bochornosas. Ejemplo: ciertos docentes se incomodaban cuando a pocos metros tenían a una joven que mostraba más de lo que la sociedad conservadora aceptaba. A veces les pedían a estas muchachas modernas que se sentaran en las últimas bancas del salón. Con el tiempo, la sociedad panameña fue acostumbrándose a ver partes del cuerpo femenino que antes se veían en las playas o en la intimidad matrimonial.

Otra muestra de liberación femenina que vino de afuera fue usar blusas transparentes… sin sostén. No duró mucho la moda porque exigía cierto tipo de busto que no todas las panameñas poseían. Además, apareció “el ombligo afuera”, que molestó a señoras tradicionales que pensaban que esa parte del cuerpo femenino solo debía verla el marido. Varias jovencitas se lucían mostrando un arete en el ombligo, algo que jamás se había visto en Panamá, aunque algunos de sus padres lo permitían o se los regalaban. Más adelante, una costumbre que venía de remotas tierras, y que solamente era para hombres rudos, la adoptaron mujeres liberadas. Nos referimos a los tatuajes… (Ninguna de estas nuevas costumbres le han quitado mérito a la mujer).

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