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Todo comenzó al leer un artículo de una revista de circulación en toda Latinoamérica. Allí se denunciaba el contrabando de animales exóticos (silvestres) hacia laboratorios

Milcíades Ortiz / Milcíades Ortiz

Todo comenzó al leer un artículo de una revista de circulación en toda Latinoamérica. Allí se denunciaba el contrabando de animales exóticos (silvestres) hacia laboratorios médicos de Europa y EE.UU. Se decía que Panamá era un país donde se enviaban al exterior esos animales. Algunos indígenas de la frontera con Colombia capturaban esos animales y los vendían a los contrabandistas.

Eso sucedió hace unos treinta años. Tenía un programa radial en el cual denuncié el hecho y exhorté a los oyentes para que denunciaran ese comercio ilegal. De inmediato comenzaron a llegarme mensajes. El que más me llamó la atención indicaba que cerca del aeropuerto de Tocumen existía una galera llena de esos animales.

Comencé lo que se llama “periodismo investigativo”. La primera acción fue viajar al sitio y preguntar sin despertar sospechas sobre la galera. Al llegar a ella quise entrar, pero estaba cerrada con cadenas y candados. Empujé un poco una de las puertas para ver lo que había adentro...

Vi varias filas de jaulas de menos de un metro cuadrado (chicas), repletas de paja... ¡pero nada de animales! Di vueltas por el sitio y no había ningún empleado. Decidí ir a un kiosco cercano y hablando con parroquianos supe que hace pocos días habían cerrado la galera y se llevaron todos los animales que “chillaban mucho”.

El dueño resultó ser un empresario colombiano que me dio una entrevista para “explicar” lo ocurrido. Me indicó que cerró el “negocio” porque muchos animales se morían antes de llegar al exterior. Tuve que morderme la lengua para no criticarlo. Añadió que ahora se dedicaba a copiar películas del cable de la Zona del Canal para venderlas en Suramérica.

O sea, que seguía haciendo negocios ilegales... Recordé ese capítulo de mi vida periodística cuando leí en el “Panamá América” un reportaje sobre “el comercio de especies exóticas”. Una parte se dedicaba a los animales silvestres y otra a aquellos que son criados en granjas y se pueden vender legalmente.

Hace treinta años se podía comprar un monito en la frontera con Colombia a cinco dólares. Luego se vendía a un laboratorio de Europa a más de doscientos... ¡Espero que esto no suceda ahora!



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