Aquí faltan curas para confesar a los ladrones

Por: Por: Julio César Caicedo Mendieta -

Como pintan las cosas en el país, la mayoría de los detenidos podrían ser perdonados, tal como lo hizo DS en el Gólgota con Dimas, el buen ladrón y punto.

Pero como el omnipotente no es sujeto de discusión, sino de fe, pasa diferente con nuestros prepotentes de rastrojo, a quienes pagamos su sueldo y podemos reclamarles enfáticamente por qué han permitido que Panamá se haya convertido en hábitat perfecto para toda suerte de criminales que afectan la seguridad de la nación con el narcotráfico, conjuntamente con los execrables “carilimpios” que viven de los sobrecostos y que se apoderan vulgarmente de nuestros impuestos y recursos solo porque cuentan con “tramoyeros” expertos en esconder dineros mal habidos. La época en que los políticos cobraban por puertos, puentes y carreteras que nunca construyeron no se ha acabado todavía y continuará mientras haya el Canal y por aquí corran ríos de oro, plata y cobre.

En Panamá existen más abogados que presos, esto ya es sintomático porque debiese ser lo contrario.

Los letrados armados con patente de corso suman casi los 25 mil, mientras que los que pagan canas en las cárceles panameñas no llenan siquiera al viejo Nuevo Panamá (14 mil). El número de profesionales de la abogacía en Panamá crece como una cría de patos en un monte con quebrada y pastos.

Los pela’os panameños quieren ser abogados no para hacer justicia, sino para hacer dinero como sea, lo más rápido posible, y ser como el tenebroso porcentaje de ensacados que camina sobre avenidas de oro y sin necesidad de hablar inglés si dominan más o menos el colombiano.

Las condiciones que ofreció Panamá después del asesinato de Omar Torrijos dispararon la necesidad de “tramoyeros” que escondieran los sacos de plata de tipos nacionales y extranjeros. Las famosas compañías “offshore” y otros papeleos creados aquí por tenebrosos bufetes son ampliamente conocidos en todo el mundo evasor de impuestos; si así fuera solamente, estaría bien, pero sucede que a veces lavan toda clase de trapos sucios inescrupulosamente. Por el mismo lado, fortunas emergentes han aparecido en manos de personas que se ocupan de todo menos de trabajar. En Panamá, la mayoría de la gente está escaldada y poco cree en la clase política y eso es bueno, lo malo es que los ciudadanos que tienen algo de plata y pueden costearse sus tres comidas con chicha y tajadas son tolerantes y no se atreven a protestarle a los Gobiernos, como han comenzado grupos enormes de ciudadanos cabreados por la situación calamitosa de la corrupción premeditada.

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