Carta amiga
Compañeros Del Augusto Templo Virgen de Guadalupe Señores de mi mayor aprecio: Hoy me siento agradecida de Dios por señalarme con suma
Compañeros
Del Augusto Templo
Virgen de Guadalupe
Señores de mi mayor aprecio:
Hoy me siento agradecida de Dios por señalarme con suma paciencia la atención merecida. Me congratulo de que esté próxima mi caminata por Él. Lo que debo decir por decir, pues mi manera de vivir socialmente es fruto de la humilde y sencilla preparación cultural. Lo que no debe decirse, que no dudo aparecería con recomendable interés y razonamiento propio.
Lamento que ustedes, compañeros sensatos, no hubiesen podido con mayor anticipación el proleguillo que ahora solicitar con premura, pues con los entorpecimientos que tengo para hacer el más insignificante escrito, todo se me complica y dificulta.
Es tal, sin embargo, el deseo que tengo de complacerlos o que voy a decirles unas cuantas palabras relacionadas con la manera de vestir para hacerse cómplice del disgusto que acarrea su inoportuna presencia en la honorable “Casa de la Familia Santa”: Padre, madre e hijo.
Aunque la penosa situación proviene del murmullo de la gente litúrgica que mira y desaprueba la mala vestimenta. Los prudentes ”padres” se mortifican por la descabellada asistencia de quienes mortifican el ambiente corrupto que se crea allí, sin importar a esos benditos seres “el que dirán”.
Lamento decir estas cosas porque estoy cansada del constante comentario. La finalidad didáctica que estas ideas tienen, me obligó a hacer algo semejante al filólogo Luis Amategui. Estas palabras ayudan a toda persona a secundar la excelente pedagogía de Dios: Maestro abnegado y pastor incansable por la lucha de la verdad real y objetiva.