Opinión - 16/10/13 - 02:07 AM

‘Corazón mezquino’

Es en extremo malo y egoísta quien mezquina en su boca una sonrisa o un aliento de amor que nada cuesta a quien —¡válgame

Por: -

Hermano Pablo

Es en extremo malo y egoísta

quien mezquina en su boca una sonrisa

o un aliento de amor que nada cuesta

a quien —¡válgame Dios!— la necesita.

Es en extremo inútil y atrofiado

quien sus brazos oculta desconfiado

para impedir que se abran al abrazo

de un pequeño que busca su regazo.

Es en extremo infame e inhumano

quien prefiere arrojar al basurero

la alentadora frase de un «¡te quiero!»

antes que regalársela a su hermano

que dicho amor urgente necesita

como flor, que sin agua se marchita.

En este soneto titulado «Corazón mezquino», Enrique Quiroz Castro, poeta peruano hijo de la poetisa Elvira Castro de Quiroz, quien fuera regidora del gobierno local de Piura, presenta magistralmente la verdad de la inestimable importancia que tiene «un aliento de amor».

El soneto se resume en prosa como sigue: Los que nos negamos a sonreír y a mostrarle amor al prójimo somos muy malos y egoístas. Los que nos negamos a abrazar a un niño no ganamos nada con eso tampoco. Y los que nos negamos a alentar a nuestro hermano con una expresión de aprecio no lo estamos tratando con la humanidad que se merece. No nos cuesta nada prodigar tales sonrisas, mostrar tal amor, dar tales abrazos y pronunciar tales palabras de aprecio a las personas que nos rodean, y que necesitan con urgencia recibir nuestro afecto, así como las flores necesitan agua para sobrevivir. Tal estímulo de nuestra parte debiera ser lo más natural del mundo.

Esto se debe a que Dios, que nos creó a su imagen y semejanza, nos creó para hacer lo bueno. Nacimos con un corazón que puede optar por odiar en vez de amar, rechazar en vez de abrazar, poner cara de pocos amigos en lugar de sonreírle al mundo, y desanimar a otros en lugar de estimularlos con palabras de aliento.

Tal conducta es, sin duda alguna, reprochable. Por eso el patriarca Moisés exhorta a su pueblo a que no sea mezquino, sino generoso. Pero ¿qué ganamos con esforzarnos por regar con el agua estimulante de nuestro amor la flor del amor propio del prójimo?

Moisés mismo tiene la respuesta: «Así el Señor tu Dios bendecirá todos tus trabajos y todo lo que emprendas», nos asegura. Y por si eso fuera poco, el sabio Salomón añade: «El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado».


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