Espíritu

Por: Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

Esos padres profesionales querían impresionar a sus dos pequeños hijos. Trabajaron arduamente durante el año para atiborrarlos de juguetes. El mayorcito de unos 10 años, recibió 18 juguetes. El menor de 5 unos 10. Impresionaba ver las cajetas forradas. Era una montaña de cajetas bellamente decoradas con papel de regalo y vistosos lazos. El chiquillo se lanzó sobre la más grande y a manotazos rompió el papel para descubrir lo que había traído el niño Dios. Era un camioncito que funcionaba con baterías a control remoto. Su curiosidad era inmensa, por eso alejó el regalo y abrió otro con un sofisticado juego que lanzaba ruidosos cohetes. El tercero, era una pequeña orquesta que permitía que se tocaran melodías infantiles. Y siguió el chiquillo en su frenesí de abrir regalos. No pudo con los 18 obsequios que le trajeron. Cansado, se retiró a un rincón y buscó el querido juguete que alegró su fantasía por meses… ¡un caballito de palo!

En la cara de sus padres al comienzo hubo alegría. Después sorpresa y finalmente decepción. Un análisis sociológico explica lo ocurrido: La actitud de los padres pudo tener buena intención, pero también era una manera de mostrar que tenían capacidad económica para comprar muchos juguetes caros. Además, pensaron que sus hijos eran tan inteligentes que les compraron juguetes que no eran para su edad. Por eso no fue fácil que supieran usarlos, lo que causó cierta frustración. No podemos negar que no hay navidades para los niños sin juguetes. Pero el espíritu de estas fiestas realmente no se refiere a la cantidad ni calidad de los regalos. Lo que importa es que el niño se sienta feliz al usarlos. Hay juguetes tan sencillos que permiten el desarrollo de la fantasía en la mente de los chiquillos. Una cajeta puede convertirse en una casa, un barco, un avión, etc.

Es preferible que los niños reciban los juguetes poco a poco. Ni un adulto puede disfrutar de 18 artículos distintos por más bonitos que sean. No les extrañe que en unos días, los juguetes queden amontonados en un rincón, y sólo se usen 2 o 3. A veces estos son tan complicados que “se necesite un ingeniero para armarlos”. El espíritu navideño se basa en compartir el amor con la familia. Hay que dejar a un lado las frustraciones que se pudieron vivir cuando niño. Menos, transformar lo hermoso de dar en un acto de derroche de dinero. (La primera semana de diciembre, cumplí 53 años de ser el primer egresado de la escuela de Periodismo… y aún sigo aprendiendo).

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