Gran logro para los chiapanecos

Reverendo «Arthur Smith se inscribió en un curso intensivo de dialectos mayances, con particularidad el tzeltal, ya que el sitio que había escogido como término de

Hermano Pablo / Reverendo

«Arthur Smith se inscribió en un curso intensivo de dialectos mayances, con particularidad el tzeltal, ya que el sitio que había escogido como término de su viaje era un campamento llamado Ah-tún, en los Altos de Chiapas, al sur de la República mexicana.... Recibió un diploma que lo acreditaba como conocedor de la lingüística prehispánica de Mesoamérica y, con él bien enrollado en la maleta, se dirigió al campamento de Ah-tún...

»Arthur y [el pastor] Williams se entrevistaron en la estancia de la casa de visitantes.... “Como usted ve —explicó... el pastor Williams a Arthur— un lingüista nos era indispensable. Lo que urge es que iniciemos la traducción del Evangelio al tzeltal...”.

»... La primera vez que Arthur subió al púlpito... improvisó una modesta presentación de sí mismo.... Dijo que... lo había movido... el afán de difundir la palabra de Cristo; de que todos, hasta los que el “mundo” en su frivolidad y los “sabios” en su insensatez califican como los más pequeños, tuvieran la oportunidad de conocer el ejemplo del gran Maestro, de imitarlo y de salvarse».

Así cuenta la renombrada escritora mexicana Rosario Castellanos la historia de un traductor bíblico en uno de los cuentos que componen su obra titulada “Ciudad real”, que se publicó en 1960.

El 25 de noviembre de 2006, en la población de Ocosingo, Chiapas, México, se llevó a cabo la presentación de esa Biblia traducida para los indígenas de la zona e impresa en versión bilingüe con el español. Según el informe de José López en labibliaweb.com, «11 años de intenso trabajo por parte de traductores de las Sociedades Bíblicas Unidas, misioneros y pastores de iglesias tzeltales vieron su culminación cuando se reunieron más de 4,000 personas... para, al fin, recibir la palabra de Dios en un idioma que pueden entender....

»Gracias al esfuerzo de traductores, misioneros [y] pastores indígenas... —concluye López—, Dios habla, cada vez más, las lenguas de nuestros pueblos».

Ya que Dios así ha dispuesto hablarnos, dispongámonos también nosotros, al igual que aquellos pastores indígenas y sus feligreses, a escuchar alegres su voz mediante la lectura de la Biblia que otros se han esforzado por poner en nuestras manos.



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