Hay que saber adaptarse
Estaba en el mostrador esperando a que me entregaran unas camisas en la lavandería, eran las 8:30 a.m. de un domingo de aquellos, cuando una señora
Estaba en el mostrador esperando a que me entregaran unas camisas en la lavandería, eran las 8:30 a.m. de un domingo de aquellos, cuando una señora formalmente vestida y al parecer conservadora, me dice: oiga, usted qué opina de eso, de seguido señala con los labios hacia el joven que estaba en la máquina que planchaba la ropa. Yo le digo un tanto confundido, a la señora: ¿de qué cosa? Y me dice: eso, de que ese muchacho está usando aretes, eso no se ve bien. Le respondí a la señora que cada quien es dueño de su vida y de su cuerpo, y que incluso hace más de 400 años los piratas usaban aretes, que era simplemente una expresión de ir contra las reglas establecidas, y que para mí era irrelevante. Al escuchar mi respuesta un tanto liberal, la señora no dijo más nada y noté que no se sintió conforme con mi posición; la dependiente me entregó la ropa planchada y me retiré.
Esto me llevó a la reflexión en un aspecto amplio en nuestra sociedad, los prejuicios porque un joven use aretes, o que hombres y mujeres se tatúen o usen “piercing” y demás expresiones no deben ser una barrera para que nos relacionemos, conozcamos y trabajemos. Como sociedad debemos conocer a las personas y sus puntos de vista, ya que muchas de las falencias que existen y no comprendemos es esa barrera invisible que hace un sector respecto a las tendencias en general, creo que más que tachar entre correcto e incorrecto, bueno o malo, es más prudente hacer un alto para asimilar lo que vemos en nuestro entorno.
A este servidor lo crio una pareja santeña con reglas muy claras y definidas respecto a la vestimenta, forma de hablar y tratar a familiares, amigos y desconocidos, y esa no es razón para prejuiciar; incluso ellos se han adaptado y aceptado todo lo que nos rodea, ya que nada es estático, todo es cambiante, vivamos respetándonos como sociedad, por eso hay que adaptarse.