Iguales, no clónicos

Por: Redacción -

La igualdad está de moda. Proyectos de ley que la intentan sancionar, movimientos igualitarios desde el feminismo, antirracismo, libertad religiosa o de educación, y un largo etcétera patrocinan la no discriminación por razón de sexo, raza o religión. Una tendencia que quiere acabar con siglos de injusticias y sobre todo con una imposición cultural que ha condicionado históricamente con las absurdas tesis de que el hombre es superior a la mujer o que la raza blanca está por encima de la negra.

Pero, ¿somos realmente iguales? Esta es la gran pregunta que subyace a todas las demás. El verdadero fundamento de la igualdad sobre el que ha de basarse la ley y nuestra relación con los demás es la común condición humana. Pero no en pretender que seamos clónicos, que no haya peculiaridades en los diferentes sexos, características de raza o aptitudes y cualidades diferenciadas, como por ejemplo para correr, escribir, componer música, gobernar, comerciar o construir aviones.

Si nos preguntamos por la igualdad social, solo la situación del reparto de la riqueza y la marginación de los países empobrecidos basta para concluir que en este planeta en derechos fundamentales como son la alimentación, la vivienda, la salud y la educación aquí hay seres humanos de primera, segunda y sobre todo de tercera.

Es verdad que eso requiere medidas más ambiciosas de carácter estructural y global, que esa tremenda lacra no se soluciona con una nueva ley de igualdad. Pero no deja de ser la más prioritaria.

Quizás por eso es lúcida la frase de Gabriel García Márquez:



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