Infiernillo político

Por: Ramón Jiménez Vélez Analista Político -

Bueno, bueno, la libertad de prensa y el ejercicio del periodismo han sido dos cuestiones vulnerables que en nuestro país han tenido sus repercusiones, ¿o no? Por cierto que a los intentos de regular los medios de comunicación hubo uno liderado por un joven de meteorica carrera politica hoy congelada, quien trato, con la excusa de superar la crónica roja de los tabloide, imponer una censura, proyecto que por la reacción adversa, murió en la comisión legislativa. De paso ahora surge un nuevo movimiento para imponer límites al ejercicio del periodismo. Resulta que un tal Filemón (el original fue un poeta cómico griego pero este no es ni griego ni poeta, solo cómico) y otra dirigente de una guardería, se valieron de un legislativo moya (que quiere decir perico de los palotes) para tratar de aprobar una ley limitando el ejercicio del periodismo, lo cual, ante el rechazo público, fue retirado por el proponente, regañado por el oso perezoso, presidente del partido del cual es un miembro. Desconozco, cual es el historial profesional de los tres involucrados en el asunto, pero en mis más de 60 años de periodismo (donde he cubierto todas las áreas) no tengo informes de que se hayan distinguido en el periodismo ni que tengan un reconocimiento público como tales, ¿o no? Se proponía que solo los egresados universitarios de periodismo pudieran ejercerlos y creaban una comisión para acreditar el ejercicio, además podían incluso actuar como tribunal y suspender o cancelar el derecho a ejercer la profesión de quien ellos investigaban. Lo interesante es que (en una actividad que está dentro de los derechos ciudadanos) no específicamente que incluía el periodismo. Si solo se trata de reporteros (incluyendo los gráficos) o redactores, o coordinadores, o también, en el caso de la televisión, los presentadores de noticias y en la radio los locutores. Incluso imponían limitación a los corresponsales de agencias internacionales. Por supuesto que murió en su cuna. Esto hace valido el viejo refrán: de que la mejor ley de prensa es la que no existe.


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