Instituto Nacional
Cada nuevo caso de disturbios estudiantiles en el Instituto Nacional parece ser más violento que el anterior. En la protesta del pasado 25 de noviembre, jóvenes encapuchados (muchos de ellos “infiltrados” según autoridades del plantel), destruyeron nuevamente bienes del colegio y se enfrentaron a antimotines.
Esta vez llegaron al extremo de entrar a patadas en la rectoría y amenazar directamente a la rectora encargada.
El estudiantado del Instituto Nacional tiene una tradición de combatividad y de lucha callejera contra la presencia militar estadounidense en suelo panameño, y más recientemente contra las injusticias sociales.
Pero hoy en día, ni siquiera los propios estudiantes que protestan -con sus rostros cubiertos- son capaces de explicar racionalmente las motivaciones de su conducta agresiva.
Todos los jóvenes en este país tienen el derecho a la educación, y los que resultaron expulsados deberán terminar sus estudios en algún plantel, pero no puede permitirse que estos elementos consistentemente afecten el año escolar de la gran mayoría de los “aguiluchos”, que son muchachos y muchachas estudiosos y con ansias de ser personas productivas.
Es una necesidad limpiar al Instituto Nacional de elementos externos que ejercen influencias negativas en algunos estudiantes. Solo así el colegio recuperará el prestigio que una vez tuvo.