La Casa Müller (Casa Miller) 1909

Cuando empezamos a escribir esta página para la Historia (desde el 9 de julio de 2007), la idea fue rescatar a los pintores -ya fallecidos- y que

POR: JOSÉ MORALES VÁSQUEZ [email protected]

Cuando empezamos a escribir esta página para la Historia (desde el 9 de julio de 2007), la idea fue rescatar a los pintores -ya fallecidos- y que se mantenían olvidados en todos los sentidos. Sus nombres no aparecían en libros, revistas, periódicos y, mucho menos, sus obras en museos, donde debieran estar. Ellos fueron extraordinarios artistas, y las paredes de algunos coleccionistas dan fe de ello. Luego decidimos integrar a estas entregas dominicales a artistas muy mayores, quienes de igual manera merecen se les haga un homenaje por su amplia dedicación al arte panameño. Hoy hay muchos artistas jóvenes (emergentes) a los que se les cierran las puertas y a una pequeña minoría se les toma en cuenta para todo, pero eso no significa que sean los mejores de la actualidad, por ello posteriormente incorporaremos a algunos en nuestras futuras publicaciones, para honrar su mérito artístico y personal.

Hoy cedemos un espacio a la arquitectura de principios de la República, porque con el cambio radical que ha sufrido la ciudad, creemos conveniente mostrar algunas joyas arquitectónicas que en épocas pasadas embelleció la ciudad y que la indiferencia y malas decisiones hoy nos privan de apreciarlas. Por eso hay que recordarlas, para que los jóvenes las conozcan y conserven nuestro patrimonio cultural y se conozcan las influencias foráneas que vivimos los panameños.

Ya el 15 y 22 de febrero de 2009 publicamos un artículo de la profesora Linares, sobre la famosa Casa del Arte. Hoy le dedicaremos algunas publicaciones a la emblemática Casa Müller, para ello copiamos de la página http://internatural.blogspot.com/2008/11/de-recuerdo-panam. Un escrito que deja correr el sentir nostálgico de los que tuvieron la oportunidad de apreciar cuando niños y aún jóvenes ese edificio majestuoso. DE "RECUERDO PANAMÁ" - LUIS PULIDO RITTER.

Acaba noviembre, "el Mes de la Patria", en un estado de emergencia nacional - aunque no se haya declarado oficialmente -, el país y la ciudad capital, tan distintos, pero cambiando tan rápido ambos. En una conversación sostenida con el pintor Cisco Merel y la poeta Sofía Santim, a propósito del viaje del primero a la Bienal de Arte de Honduras, conversábamos sobre un texto de Susan Sonntag en el que asimilaba la estructura urbana como unos ropajes, y cómo los ropajes de Panamá cambiaban tan rápido que costaba reconocerla. La nostalgia de la propia tierra, como diría José Luis Rodríguez Pittí, tomando una lectura de Borges como referencia, la estamos experimentando aquí y ahora, no necesitamos salir. ¿En qué nos hemos convertido? si es que nos hemos convertido en algo; si no, ¿en qué hemos de convertirnos? En este Panamá. Zoraida Chong escribió en este mes en el diario “La Prensa” que Panamá es una ciudad en la cual la gente se orienta dando como referencia lugares que ya no existen: ¿Cómo? - La Casa Miller- El IJA del Casino- El Castillo de Perejil - La Lechería. Y así nos vamos... Al demoler La Exposición y Bella Vista, jugando demencialmente con los ropajes urbanos, piel sensible aun sin ropa, vulnerable a los elementos, aceleramos esta nostalgia dentro de la propia tierra, por la patria. Muy a propósito viene y en este contexto comparto un pasaje del libro "Recuerdo Panamá" de Luis Pulido Ritter (Segunda edición, 2005, Manfer, Panamá): "... Fuimos donde estaban los demás. Hablaban entre ellos. - Ey, Marimacha. Contío me quiero medí todavía los guantes. - Solo si vienes sin cabeza a one way. - No te preocupes, Mari. La próxima me voy a comportá como un varón, ¿Pa’ dónde van ustedes? - Pa’ Calidonia. Allá pasa algo. - Vengo de allá, pana. Están tumbando la Casa Miller. Corrimos hacia Calidonia. La policía había cerrado las calles paralelas. No podían entrar autos. Solamente estaban libres las aceras. Había una empalizada de alambre para evitar que la gente se acercara a la Casa Miller. Allí estaba, sola, sin que nadie la defendiera. Sus balcones, que cubrían toda la acera, despedían un crujido de dolor al caer en la calle. Los tractores levantaban sus brazos de dientes para golpearla y las paredes de madera formaban montañas de polvo y de escombros al caer en el piso. (Continúa el próximo domingo).



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