Opinión - 02/3/14 - 12:42 AM

La misericordia infinita de Dios

Todo el plan divino de salvación tiene como esencia la misericordia del Señor, que aparece siempre como la gran buena nueva llena de esperanza ante la desgarradora

Por: -

/

Todo el plan divino de salvación tiene como esencia la misericordia del Señor, que aparece siempre como la gran buena nueva llena de esperanza ante la desgarradora debilidad, el error y el pecado del ser humano, ofreciendo el amor incondicional de Dios donde habría un final desgraciado sin el perdón divino. Donde abundó el pecado, sobreabundó infinitamente la gracia.

Desde el Evangelio, vemos que la misericordia de Dios es eterna, por lo tanto, sin límite de tiempo; inmensa, sin límite de lugar y espacio, y también universal, sin límite de razas, naciones ni credos.

La iniciativa siempre parte de él, que nos amó primero, que “nos visita con su gracia, a pesar de la negligencia y relajamiento en que ve sumido nuestro corazón, y promueve en nosotros abundancia de pensamientos espirituales. Por indignos que seamos, suscita en nuestra alma santas inspiraciones, nos despierta de nuestro sopor, nos alumbra en la ceguedad en que nos tiene envueltos la ignorancia, y nos reprende y castiga con clemencia.

Él está siempre pendiente de nosotros, llamándonos por el Espíritu a la reflexión sobre nuestros pecados y al arrepentimiento. Busca encontrarse con nosotros de mil maneras: a través de los acontecimientos buenos y malos, de amigos, de mensajes, de inspiraciones divinas, sea en el marco del silencio o inclusive en el bullicio de las actividades. El corazón de Dios misericordioso está abierto de par en par para recibirnos. Él nos llama, desea abrazarnos como Padre que recibe al hijo pródigo y espera pacientemente nuestra conversión.

El Cristo colgado de la cruz nos dice lo que debemos saber: que Dios nos ama hasta al extremo de entregar a su hijo por nuestra salvación. “¿Qué decir después de esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Dios, que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá con él todo lo demás? ¿Quién nos separará del amor de Cristo?”, (Rom 8,31-35). La muerte en el madero fue extremadamente dolorosa, tanto por los suplicios físicos que padeció Jesús como por las angustias y tristezas que vivió y siempre mantuvo su amor misericordioso con nosotros, aún sabiendo cómo le íbamos a responder. Recordemos su amor y que con Él somos invencibles.


EDICIÓN IMPRESA

Portada Diario Crítica

 taboola sidebar con csss

 


 

Taboola Side bar