La urbanidad, un tesoro
Las imaginaciones trabajan con perseverancia, también nuestros comportamientos, expandiéndose profusamente los castigos que en algunos casos suelen ser milagrosos, cuando de ellos se ganan fabulosas experiencias que nos servirán como defensas para siempre.
Nosotros debemos reconsiderar los procedimientos manifestadores de las actitudes, puesto que observamos perseverantemente la comisión de malos hábitos que tienden a embaucarnos en las oficiosas acciones que dejan mucho que desear de la conducta practicada. La urbanidad es un comportamiento de índole cognoscitivo, aprendizaje derivado de las retribuciones positivas de la cultura connotada.
El pueblo aventajado denuncia su cultivo elevado en el modo de actuar con pundonor y qué me dice de la baja, es la dueña privativa de la desfachatez y del desorden en constante destrucción. Aquí el más vivo hace lo que le viene en ganas y el distraído aguanta callado, expresando con pusilanimidad, ay no, yo no sé nada. Las personas en las grandes culturas conciben que todos tenemos los mismo derechos siendo respetables y de conforme cumplimiento. Para mí el respeto es una virtud inquebrantable en el universo de la decencia, dote ganado tras generaciones sucesivas. El vicio aturde al vulgo, pues todas las puertas y ventanas están cerradas, donde la sagacidad les será difícil que extienda sus luminosas alas, bajo los pasos parsimoniosos y fútiles que nos aconsejan con sordidez enconada. Y esa gente que habita esos contornos de la historia no tendrá derecho de plegarse a esa gran llama que levanta eufórica el futuro supremo de la humanidad; en este orden, jamás saldrá el grito de amor que se fuga del altar del pensamiento, itengo la obligación de examinar el mal!