Murió ‘El hombre de las aguas’: Hipólito González

Por: Julio César Caicedo Mendieta Colaborador -

Desde mi llegada a las montañas de Coclé siempre quise estrechar las manos del "viejo" que le regalaba las aguas a la gente: "Manopolo". "Manopolo" lo apodaron los vivientes de las comunidades católicas de tres corregimientos de La Pintada, porque nunca aceptaron decirle "hermano" a quien había sido un "católico emblemático" y que en una hora sorprendente "hora de caballo" dicen…lo convencieron los aleluyas. Don Hipólito González Domínguez, quien fue dueño de gran parte de la cima de Cerro Marta, de donde emanan los principales brotes de agua en esos parajes vírgenes de Coclé, fue muy querido y apreciado.

Los pueblos que disfrutaron de sus actos, presencia y don de gentes lo mentaron hasta su última morada con sollozos y lágrimas con voces que decían: Se nos fue "Manopolo", tan "aliviaito" que se veía a sus 74 años. El camino del cortejo partió desde Cerro San Pablo, Marta, Las Tibias, la entrada del parque forestal General Omar Torrijos hasta llegar al cementerio del caserío del Macano, a pocos kilómetros de Piedras Gordas.

Ayes de verdadera condolencia se solidarizaron con la multitud de sombreros y la maravillosa cruz de corazón de balo que iba adelante, señalando el camino hacia el panteón a donde conducían los restos de Don Hipólito. Comunidades, villorrios y caseríos que han calmado su sed por añales, merced a los ojos de agua del Marta, estaban representados y muchos jóvenes amigos se turnaban ordenadamente para cargar el ataúd. Ya en la entrada del Macano, pareció escucharse los sonidos especiales de los brotes y chorros de agua del lugar donde se captan las aguas; susurros de agua que bien pueden compararse con la paciencia y el carácter que mantuvo uno de los hombres más famosos de Potrero, Barrigón y Piedras Gordas. Sus más allegados le decían además el hombre Marlboro, por su fama de buen hombre. Pueda que sus nueve herederos mantengan esa tolerancia con los que invadimos sus terrenos para dar mantenimiento a las captaciones de agua, aprovechándonos de las mandarinas y naranjas del suelo y a veces de las que cuelgan en los árboles.



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