Transporte colegial

Por: Yadira Roquebert -

Conducía mi auto  por la Avenida José Domingo Díaz,  pues necesita  hacer una compra para dar inicio a un proyecto en mi residencia.   Por instantes me  imaginaba cómo quedaría todo al final. De repente,  mi vista quedó fija en la parte trasera de un busito colegial,  al ver un niño  golpear con furia a otro compañero.

Eran golpes, uno tras otro. El niño que recibía la golpiza trataba de incorporarse, pero no podía. Luego intervino un tercero que le habló al agresor, pero este no entraba en razón. En ese instante, pude observar como el niño que recibió los golpes, logró levantarse. Vestido de estudiante, no reconocí el vestuario del colegio, trataba de defenderse a través de la comunicación verbal. Luego todo fue calma.

Mientras esta escena sucedía, el conductor o conductora del busito colegial, no pude determinarlo, como tampoco pude definir la placa del vehículo, pues no la portaba, continuaba su recorrido, como si nada hubiese pasado; quizás les llamaría la atención verbalmente a los estudiantes, pero no era suficiente para calmar la ira del niño que agredía.

Sentí una gran impotencia por lo que había observado. Me remonte a los años en que pagábamos un transporte colegial para nuestros hijos.

Los padres de familia les entregamos nuestros hijos a los conductores de los transportes colegiales. Se paga una cuota anual que no es nada económica. Su responsabilidad es recoger y entregar en buen estado a los estudiantes.

Hace unos años, cuando una colega perdió a su primogénito, precisamente porque fue arrollado por el colegial que lo transportaba, se planteó que cada conductor de estos vehículos tenía que contar con un asistente. ¿Esta disposición se está cumpliendo? Quizás, es tiempo de hacerle una revisión a las normas que regulan el transporte colegial.

Lo expresado es sólo uno de los tantos hechos que se pueden dar a diario. Espero que las autoridades competentes se hagan eco de esta denuncia pública; a la vez que emito un mensaje a la conciencia de estos trabajadores del volante, para que mediten sobre la responsabilidad que adquieren al firmar un contrato de transporte, y más aún, cada vez que un estudiante sube a su vehículo. Se trata de nuestro relevo generacional, al que se le puede reforzar valores mientras los transportan, con expresiones como: buenos días, hasta mañana, permiso, disculpe, y así estarán coadyuvando a formar mejores hombres y mujeres en mi Panamá, el país de las oportunidades.



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