Una auténtica universidad
Que la universidad tiene una misión específica nadie lo discute, salvo en regímenes ideológicos totalitarios o fanáticos. Esta tiene una misión social que cumplir, la de formar
Que la universidad tiene una misión específica nadie lo discute, salvo en regímenes ideológicos totalitarios o fanáticos. Esta tiene una misión social que cumplir, la de formar a los profesionales que la ciudadanía necesita. El profesor es el profesional por antonomasia, el profesional de los profesionales. Su responsabilidad es máxima.
Ha habido varios modelos, desde su nacimiento en el siglo XII. El más tradicional era el que concibe la universidad como un “adoctrinamiento”. El maestro enseña, adoctrina y el discípulo aprende. Es una relación vertical, asimétrica y unidireccional. Hoy abjuramos de este modelo.
Otro modelo es el liberal que postula mantener la neutralidad en cuestiones de valor. El primer modelo intentaba imponer valores, el segundo pretende ser neutral, como pretendieron los positivistas. La cátedra, dicen, debe servir para transmitir “hechos” científicos, no “valores”.
Pero los valores son un elemento fundamental de la vida humana. Intentar prescindir del mundo del valor es ya una valoración, y no la más inteligente. Nadie puede ser neutral en cuestiones de valor.
Esto significa que la máxima institución docente, la Universidad, no puede contentarse con una formación técnica sino que tiene que incluir entre sus objetivos la formación en los valores intrínsecos. A esto suele llamársele formación humana o humanística que jamás podrá prescindir de los valores. Esta es la nueva misión de la Universidad.