Valorar la vida
No habían pasado 24 horas de la publicación de la columna del martes, en la que hice referencia a la incidencia de pacientes con padecimientos cardiacos, cuando
No habían pasado 24 horas de la publicación de la columna del martes, en la que hice referencia a la incidencia de pacientes con padecimientos cardiacos, cuando se divulga la triste noticia del fallecimiento de un reconocido técnico uruguayo, de larga trayectoria en el fútbol panameño. La muerte le sorprendió, como les puede suceder a muchos ciudadanos que transitan por las calles sin imaginarse que están padeciendo una enfermedad que compromete su vida.
Cuando escuché que su fallecimiento se dio por un aneurisma, le di gracias a Dios por la oportunidad de vida que me brindó. Según los expertos, un 75% de los casos son totalmente asintomáticos al ser diagnosticados. Cuando el aneurisma es ya importante, se produce una compresión interna que puede causar disneas, fatiga y dolor irradiado hacia el abdomen. Asimismo, los casos sintomáticos suelen presentar también dolor lumbar difuso y vago, que en ocasiones es asociado al cansancio.
Cuando insisto en cuidar y estar más pendiente de la salud, algunos opinarán: “de algo me tengo que morir”; sí, es cierto, pero mientras esto sucede, estamos llamados a cuidar de nuestro templo.
Nuestro cuerpo nos envía señales de alerta que pasamos por alto, para darle prioridad a responsabilidades propias del empleo, eventos sociales, de familia, hijos y del hogar, este último que nunca cesa. Al sentir una molestia, preferimos comentarla con familiares y amistades, quizás en espera de un remedio casero, para darle continuidad a los afanes diarios, menos ir al médico, porque faltan al trabajo, los medican o mandan exámenes que limitan sus actividades. ¿Vale la pena llegar a ese extremo?, definitivamente que no.
Ante los retos que tiene mi Panamá, el país de las oportunidades, en materia de desarrollo, necesitamos contar con una población sana, que se preocupe más por su salud, que saque el tiempo para visitar a su médico, y prevenir futuras enfermedades.
Los afanes, las obsesiones por ser y destacarse a cualquier precio hasta sentirse imprescindibles, no son prioridad. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida? La respuesta la encontramos en Mateo 16:26.
El verdadero significado de la vida no viene de los quehaceres diarios o de satisfacer al hombre, sino de pedirle a Dios que nos permita encontrar el equilibrio apropiado que nos lleve a valorar la vida en su justa dimensión.