Policías y tumbas: los ladrones de los narcos

La intercepción de droga y su posterior robo es un fenómeno que existe en Centroamérica desde los 80. Sus rostros ahora tienen en la mira a los

Por Vernick Gudiel, Octavio Enríquez y Grisel Bethancourt / Especial para Crítica

La intercepción de droga y su posterior robo es un fenómeno que existe en Centroamérica desde los 80. Sus rostros ahora tienen en la mira a los policías.

Violentos crímenes irrumpen la tranquilidad de las capitales centroamericanas, los brazos armados se mezclan en la impunidad y las historias nos llevan directo a policías, corrupción, sicariato y narcotráfico.

Es la realidad de tres países, como Panamá, Nicaragua y Guatemala.


Panamá, cuna de tumbadores

Cuando el 14 de julio de 2004 una red delincuencial decidió irrumpir en la bóveda de la Policía Técnica Judicial, un grupo de detectives robaron 103 kilos de cocaína, se la entregaron a un capitán de la Policía Nacional e hicieron un pago final a civiles. Los campos del narcotráfico se unieron para minar y penetrar la seguridad nacional panameña.

El fiscal primero de drogas de Panamá, Javier Caraballo, al referirse a la situación actual de los tumbadores locales, confirmó que en los últimos años se han investigado varios casos en los que han capturado policías panameños participando en el tráfico de drogas, sobre todo casos en los cuales los agentes son los que manejan los vehículos que contienen la droga.

Para 2012 y 2013 no se conocen las cifras de elementos de seguridad que son objeto de investigaciones por parte de la Dirección de Responsabilidad Profesional de la Policía Nacional panameña. El “tumbe de drogas”, o el robo de los cargamentos, que logran entrar al país desde Colombia se ha convertido en la actividad más lucrativa del crimen organizado en el territorio canalero.

A través de un informe de novedad del 7 de mayo de 2004, suscrito por el capitán José Samaniego y el sargento segundo Ramón Bernal, de la Subdirección Antidrogas de la Dirección de Información e Investigación Policial, se estableció que en El Nance, distrito de San Carlos, al oeste de la provincia de Panamá, residían unos ciudadanos colombianos, dedicados al tráfico de drogas, y que utilizan para el desembarque de drogas la playa de Punta Ratón. Según la fuente, un capitán de la Policía Nacional de apellido Pérez (Eduardo) y el subteniente de apellido Bernal, que laboran en la policía del distrito de La Chorrera, planificaron y ejecutaron un "tumbe" de drogas a los ciudadanos colombianos en colaboración con otros sujetos.

En el año 2007, el Segundo Tribunal de Justicia en la Resolución de segunda instancia N.° 098, reformó una sentencia y declaró culpable a Eduardo Pérez, Víctor Samaniego Puga, ambos policías, y a Manuel Eduardo Solís a la pena de 8 años de prisión por narcotráfico.

“La lucha antidrogas en nuestro país, a nuestro criterio, refleja gran efectividad tanto en la cantidad de drogas incautadas (23 toneladas en los primeros 6 meses de 2013) como en el desmantelamiento de grupos criminales, no obstante, persiste la existencia de grupos de tumbadores locales o grupos de extranjeros que buscan utilizar nuestro territorio para el intercambio de drogas”, sostuvo el fiscal Caraballo.


Tumbes en Nicaragua

Al paso de la droga, el 90% de las 650 toneladas de cocaína colombiana pasa por Centroamérica. Otra de las rutas es Nicaragua. La situación ha empeorado en ese país. Uno de esos hechos se remonta a la mañana del 18 de septiembre de 2008, en la frontera sur de Nicaragua, cuando varios agentes con pasamontañas y oficiales descubrieron que ocho personas detenidas en Rivas con un cargamento de armas, entre ellos hondureños, mexicanos y nicaragüenses, portaban una inquietante lista de gente a quienes iban a matar.

El jefe de la operación era el mexicano Miguel Ángel Hernández Hernández, que junto a matones hondureños y nicaragüenses, aseguraría la eliminación de seis rivenses acusados por los carteles de robarles cargamentos de cocaína, un episodio que, para el analista en temas de seguridad, Roberto Orozco, obligó al país a asomarse a lo que podría suceder si la violencia narco se instalaba definitivamente.

El detonante había sido el robo de 800 kilos de cocaína que salieron ocultos en una pipa del municipio de Cárdenas y terminaron en manos ajenas. Según el comisionado mayor Carlos Espinoza, el jefe entonces de la delegación de Rivas, uno de los objetivos era el nicaragüense Jairo Cerda Calero, identificado por varias fuentes como un expolicía.

La intercepción de droga y su posterior robo, para negociar en el mercado local, es un fenómeno que nació en Nicaragua en los años 90, tras la guerra civil, pero no había afectado la seguridad hasta ahora, salvo algunas graves excepciones, a un país que se ufana que su índice de homicidios es de 12 por cada 100,000 habitantes, uno de los más bajos de la región.

Los “tumbadrogas” -en el caso de Nicaragua- son “delincuentes juntos con expolicías, exmilitares que aprovechan el factor de oportunidad” para los atracos, dice el analista Orozco.

El analista en temas de seguridad recordó que en el Pacífico nicaragüense, según datos oficiales, operaban hasta 2012 al menos 17 grupos criminales, cinco más que en 2011. Según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, se confirmó que en Panamá hay entre 40 y 50 grupos de tumbadores (ladrones de droga) que están operando y son responsables del 20% de los crímenes que se cometen en el país.


Guatemala en la mira

El viaje de la droga alcanza la frontera guatemalteca, los cargamentos deben traspasar la franja que los divide rumbo a los carteles mexicanos. Pero el cortocircuito surge inmediatamente y nuevamente los grupos de tumbadores salen al paso, cuya droga, armas y dinero se queda en manos del crimen organizado y en las que figuran policías locales.

Un hecho cierto fue en Salcaja, Quetzaltenango: jueves 13 de junio de 2013. 19.30 horas. Los ocho policías de la Comisaría de Salcajá todavía no terminaban de cenar cuando una ráfaga de balas acabó con su vida. En cuestión de minutos, un grupo de 13 sicarios que arribaron a bordo de tres camionetas agrícolas penetró en la estación y masacró a sus ocupantes, quienes se encontraban desarmados y no pudieron repeler el ataque. El único sobreviviente, el subinspector César Augusto García, fue tomado como rehén y su cuerpo apareció desmembrado una semana más tarde.

¿Qué motivó esa brutal reacción de la hasta entonces desconocida organización de Francisco Eduardo Villatoro Cano, un novel narcotraficante que opera en el lejano departamento de Huehuetenango, fronterizo con México? Las investigaciones de las autoridades de Gobernación apuntan a un tumbe de dinero que los policías habían realizado días antes. El dinero pertenecía supuestamente a Villatoro Cano, quien decidió recuperar su cargamento y cobrar venganza de los policías.

“Lo que me sorprende es que si la lucha contra el narcotráfico es tan efectiva, ¿por qué estos grupos aumentaron? ¿Qué está pasando? La lucha ha sido buena, pero el estímulo económico detrás del tráfico de cocaína es muy alto que hace que muchas personas se organicen para delinquir”, razonó el especialista nicaragüense Roberto Orozco.

Investigación

La publicación fue realizada gracias a la iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas, que en este caso se adelantó en colaboración con InsightCrime y Connectas. En la que participan tres periodistas de la región: Vernick Gudiel, de Guatemala; Octavio Enríquez, de Nicaragua, y Grisel Bethancourt, de Panamá (Diario Crítica).



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