El paciero Geranio tenía como quita frío a la escultural guialcita Madeleine, una preciosa fulita interiorana oriunda de un poblado de las montañas chiricanas. Como la situación se le estaba poniendo color de hormiga a muchísima gente en Panamá y también a esta pareja de tórtolos había carencia de todo en ese chantin: hasta las caricias apasionadas que los cónyuges se prodigaban a cada rato habían desaparecido.

Por lo tanto eran comunes las discusiones y hasta los barrios de trifulcas que tenían lugar en el chantin, sobre todo cuando botaron al paciero de su chamba en cierto Ministerio porque acosaba a las curvilíneas secretarias, lo cual era cierto, aunque él lo negaba.

Entonces sí que la situación se tornó desesperante en el humilde chantin que habitaban en el patio limoso y para completar la desgracia dicho cuarto era el número trece por lo cual Madeleine decía que el panorama se les presentaba más sombrío por el dichoso número sinónimo de desdicha.

Geranio hacía uno que otro camaroncito por ahí porque era contador y los chinitos lo contrataban para que les arreglara la contabilidad a la hora de hacer la declaración de rentas. El man no tenía que romperse mucho el coco en ese trabajo porque los chinitos le prestaban el ábaco para que sacara las cuentas más rápido que en las maquinitas de sumar.

Ah, pero el buaycito tenía el vicio de Baco. Apenas se ganaba unos cuantos chavos iba directamente a las cantinas a dejar el chen chen y se olvidaba que Madelaine se estaba quedando en cueros porque no había chen chen para comprarse ropa, aunque fuera barata y mucho menos podía adquirir cosméticos, pero de todos modos Madeleine se veía preciosa.

La guial estaba pensando dejar a Geranio desde que comenzó el período de las vacas flacas, pero no se decidía porque amaba al irresponsable. Ella le decía que buscara un trabajo de lo que fuera para que la suerte les cambiara y pudieran refinar en los tres golpes y al mismo tiempo pudiera vestirse y lucir mejor, pero ¡qué va, buay!, Madeleine seguía pareciendo una pordiosera y era motivo de burla para el vecindario.

Ella no tenía la suerte de contar con una partida discrecional para comprarse trajes finos y joyas, y todo lo que anhelaba poseer una mujer para realzar sus atractivos personales.

El vicio se iba apoderando cada vez más del paciero. Pero, no podía rendirle culto a Baco como hubiera querido porque le hacía falta el metálico. Geranio tenía un amigazo compañero de parrandas. Se trataba de don Nacho, quien era prestamista, pero no quería prestarle chen chen al buaycito porque no tenía trabajo y en cuestiones de chen chen no hay amigos. Prueba está la acción canallesca que cometió una pandilla de ladrones (//&$&&/((( que le robaron aproximadamente cien mil panchos a un compañero de trabajo a la hora de repartir las indemnizaciones. Por ahí andan en carros finísimos con el dinero robado.

Cierta noche Geranio estaba chupando con don Nacho que era el que pagaba los tragos cuando el prestamista le dijo a su



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