El Vidajena

Por: Redacción -

Tenaura no era ninguna guial de monte adentro. ¡Qué va, buay! Ella era de una ciudad bastante poblada, cabecera de la provincia. Ella había ido unos años a la escuela secundaria, pero no pudo graduarse debido a que la economía de sus papacitos iba en decadencia y no tardarían en llegar a la ruina.

La cholita, bastante guapa por cierto, era blanquita, de ojos grises, alta, con un cuerpecito de modelo, parecida a Claudia Schiffer, por lo cual, los vida ajenas y bochinchosos de allá onde uno, (que los hay en todas partes) decían que Tenaura era el resultado de un quemón que su mamacita de nombre Candela le había dado al padre de esa belleza con un ingeniero checoslovaco, que había ido a buscar yacimientos de oro en la región.

Al ver que la situación económica se les estaba poniendo color de hormiga, Tenaura un buen día abordó la chiva de don Chilo y se mandó a cambiar para la gran ciudad. A pesar de las recomendaciones para conseguir trabajo que le proporcionaron el tal Chilo, que al principio trató de levantarla, le fue difícil conseguir chamba. Cuando las posibles patroncitas la veían tan linda y sexy se negaban a contratarla. Hasta que una doñita la contrató, pero tenía miedo que fuera a levantarle a sus hijos mayorcitos y sobre todo al peor es nada, Don Frank, el terrible doñito ricachón que no perdonaba a ninguna empleadita, por más fea que fuera.

Y la llegada de Tenaura a aquella mansión ubicada en Punta del Este causó el consiguiente revuelo entre don Frank, sobre todo y en el Junior, que acababa de llegar graduado de una prestigiosa escuela inglesa. Como los demás rapaces hermanos suyos, intentaban levantar a Tenaura, el Junior tuvo que propinarles mansa paliza para que le dejaran el terreno libre.

Ah, pero Tenaura era un hueso duro de roer. No era tan fácil de levantar. El primero que la gateó fue el señorón, quien al tratar de meterse a la fuerza en la cama de la doméstica recibió varios arañazos, que le dejaron algunas cicatrices que afortunadamente desaparecieron con el tiempo y los cuidados del doctor Esculapio que también le mete a la cirugía plástica.

La situación se tornaba insoportable. La patroncita nunca culpó a Tenaura porque sabía la clase de prendas que era su maridito y sus come arroces. Por lo tanto recomendó a Tenaura a una joven secretaria que se había vuelto acaudalada de la noche a la mañana con el escuálido salario que devengaba en la empresa de don Creso.

La secretaria, de nombre Teclita, de 22 años se había independizado del hogar materno, y vivía sola en un apartamento de propiedad horizontal en El Cangrejo. Desde el principio, Taclita se sintió celosa con su empleada. Cuando la visitaban sus amigos para festejar en la intimidad con velas, champán y caviar, porque estos eran tipos cocotudos, ya que ella no andaba con cualquier pelafustán, Teclita se sentía incómoda. Sus invitados miraban demasiado a Tenaura, que vestía siempre un uniforme de doméstica cuya falda le daba más allá de las rodillas.

Teclita le profesaba un odio africano a la empleada que se comportaba de manera ejemplar. Ella no coqueteaba con sus patronos, porque ya tenía un quita frío que había conocido en el baile típico, un cholito oriundo del pueblecito de Los Calabacitos, el que vivía solterito y sin compromisos en un cuarto del patio limoso y donde pensaba formar su nido de amor en brazos de Tenaura.

Tenaura es una cholita muy sabida. Cuando Teclita la botó, Tenaura le cantó al pie de la letra el Código de Trabajo, aleccionada por la doméstica vecina, que se había visto varias veces en idénticas circunstancias.

Cuando Tenaura regresó al trabajo con una boleta del Ministerio de Trabajo, la patrona furiosa, le arrebató la misma y la rompió en un acceso de furia. Uno de sus amiguitos que en esos momentos estaba en el chantin le aconsejó que no hiciera eso porque podía ir presa. Teclita rió a carcajadas y como Tenaura insistió en que le pagara sus prestaciones, que no ascendían a mucho, la secretaria la emprendió a bofetadas y luego a puño limpio con la bella doméstica, quien tuvo que ser llevaba por Barbarazo, el amante de la secre, al hospital de los pobres. Luego, Tenaura con un certificado médico que le extendió la doctora Capsulita, fue donde el juez

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