El Vidajena

Por: Redacción -

La vieja casa de inquilinato número 15, la que estaba situada al lado del viejo caserón, en cuyo patio limoso tienen lugar estas historias, un mal día fue pasto de las llamas y las doscientas personas quedaron viviendo de la caridad pública.

Entre las víctimas se encontraba la curvilínea Ambrosia y su quita frío Sofronio. Esta parejita es muy emprendedora y no se deja vencer por las adversidades, es orgullosa y no gusta vivir de limosnas. Por lo tanto el paciero, que tenía un sencillo ahorrado hizo un recorrido por lo espeso de los montes de Tocumen y compró una parcela a un man que deseaba retornar al interior porque su mujer lo había dejado por un taxista y quería buscar otra peor es nada allá en la campiña para ver si tenía mejor suerte.

Como la guial es muy trabajadora le ayudó al mardito a levantar su ranchito y así vivieron felices del mundanal ruido.

¡Ah!, pero las desdichas de estos campesinos no habían terminado. Por estos vericuetos de Tocumen abundan los malhechores que roban los siembros, entran a las casas a llevarse radios, televisores y todo lo que encuentran a mano y lo peor de todo es que andan pistola en mano y campesino que se resista es acribillado.

Sofronio partía para su trabajo temprano antes que amaneciera para poder conseguir cupo, ya sea en los diablos rojos o en el Metro Bus y dejaba sola en el chantin a su buenza mujercita que quedaba atendiendo a sus dos come arroces de temprana edad.

Casi siempre se reunía con sus vecinas y se iban a lavar ropa a un riachuelo cercano. Cuando Ambrosia acababa de lavar la ropa se daba un baño en camisón, aprovechando las frescas aguas del río y entonces se convertía en todo un espectáculo porque al mojarse el camisón, quedaban al descubierto las turbadoras y sensuales redondeces de su cuerpazo.

Los laopecillos de los alrededores corrían la voz de que Ambrosia se estaba bañando y todos iban a solazarse en la contemplación de ese monumento de mujer. Hasta el momento nadie se había propasado, pero, Régula y Saco e'Sal que solían visitarla para bochinchear sobre los sucesos del patio limoso, le decían que tuviera cuidado por andar exhibiendo su cuerpo porque un día uno de esos tipos buenos para nada, entre los que había varios maleantes podrían violarla.

Pero, Ambrosia no hacía caso. Decía que ya esos pelaos la conocían y la respetaban y que además la tenían miedo al maridito porque este era un man de armas tomar y que descansaban en el cementerio varios individuos que trataron de levantarle la peor es nada. Saco e'Sal antes de regresar al patio limoso le dijo que más vale prevenir que lamentar.

Cuando Sofronio llegaba cansadísimo del trabajo, Ambrosia le servía su plato colmado de mondongo, y una flauta que el man devoraba en menos que canta un gallo y pedía más. Luego se sentaba en un taburete frente al chantin y se ponía a amolar (sacarle filo) al machete y cuando pasaban los vecinos, Sofronio decía en voz alta que ese filo era para cortar en bistec al que se atreviera a vacilarle la mujercita.

De manera que los vecinos ya estaban avisados de lo que podría sucederles si atentaban contra la honra de Ambrosia, pero entre los maleantes del barrio había uno, que era menor de edad que ya debía varias muertes. Era un sicario que mataba por encargo.

Ese laopecillo se había enamorado perdidamente de Ambrosia desde el día en que la viera semi desnuda bañándose en el río Tocumen. Y sólo esperaba la oportunidad en que Ambrosia estuviera solitaria dándose su baño, para atacarla.

Y el día llegó cuando Ambrosia se dirigió al río ataviada con una tanguita loca y una blusa bien diminuta. Cuando terminó de lavar se tiró al agua luego de quitarse la blusa para estar más cómoda, y poder refrescarse mejor.

Eran las cinco de la tarde. Ambrosia pensó en darse un baño lo más rápido posible para ir a calentarle el mondongo a su quita frío, sin pensar que el maloso la estaba rascabuchando. De pronto el tipo se tiró al agua para quitarle la honra, y entonces, Ambrosia demostró que sabe defenderse. Tomó un piedra del río y se la estrelló en plena carátula al violador. En eso llegó Sofronio que atacó a machetazos al canalla, que era el azote de las bellas mujeres de esos lados. El agua se tiñó de sangre y por casualidad apareció una ronda policial que auxilió al marido. Apresó al heridor, pero luego lo dejó libre, porque el maleante se había salbado por un pelo de cantar el Manisero. En lo sucesivo Ambrosia no se abaña sola en el río, sino cuando lo hacen las otras lavanderas. Tome nota.



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