Viva - 13/11/13 - 09:46 PM
Fotógrafa; entre apuros, risas y profesión
Por este oficio, he tenido que hacer cambios radicales en mi forma de vestir y de trabajar. Estaba acostumbrada a vestir clásica y laborar refrigerada en una oficina. De pronto adopté prendas que odiaba (jeans, zapatillas, “t-shirts” y gorras) y me la pasaba “full time” en la calle
Anayansi Gamez
Crítica
¿Cómo llegué a ser reportera gráfica? Llegué como todos mis colegas
nacionales e internacionales: de casualidad y por golpe de suerte para mí.
La carrera de reportero gráfico como tal no existe. Se aprende. La calle y
las experiencias te enseñan a desarrollar todos los sentidos y a tomar
decisiones en fracciones de segundo. Aprendes y aprecias los consejos que los
“seniors” en el oficio te ofrecen. Son grandes maestros por sus vivencias y hay
que guardarles respeto. En mi entrevista, cuando me explicaron la vacante, dudé
por un segundo en aceptar porque no estaba graduada de fotógrafa. Soy publicista
de profesión y trabajé siempre como tal. En mis adentro me decía "si me gusta,
sé que no es difícil". El primer día de trabajo se me informó que no había
equipo fotográfico disponible. Siempre me digo "una mujer precavida vale
por dos" y no me equivoqué.
Comencé a tomar fotos desde el primer día con mi propia PowerShot de Canon.
A la semana, una de mis fotos era portada del Panamá América. De eso ya han
pasado más de cuatro años.
Por este oficio, he tenido que hacer cambios radicales en mi forma de
vestir y de trabajar. Estaba acostumbrada a vestir clásica y laborar refrigerada
en una oficina. De pronto adopté prendas que odiaba (jeans, zapatillas,
“t-shirts” y gorras) y me la pasaba “full time” en la calle. Me pareció
divertido las primeras semanas. Recuerdo una mañana que llegué a la redacción
maquillada, con “blower”, en pantalón de vestir, sandalias de tacón medio y una
blusa blanca. Mi jefe me llamó de repente y me asignó hacer fotos de montañas de
basuras en Calidonia. Dentro de mí detesté ese momento, pero fui y cumplí con
todo lo que me pidió.
Mi “blower” se murió porque sudé como bestia. Perdí una chapita de mis
sandalias, se me ensuciaron los pies y sentía que olía a muerto. Sentí que el
olor se me impregnó hasta en los huesos. Aprendí que mientras cubriera notas de
nacionales me convenía vestir “sport”. Gané condiciones físicas que no poseía.
Al principio me sentí como burro de carga, debido a que el equipo básico de
fotografía pesa unas 30 libras o más. Con el tiempo, mi cuerpo se acostumbró. Al
igual que Johnny Walker, caminaba y caminaba tratando de conseguir buenas
fotonoticias. Ese entrenamiento fue bueno porque mis piernas se desarrollaron y
pude participar en dos carreras. La primera la realicé en la plaza 5 de Mayo al
tratar de tomarles fotos a unos piedreros para un reportaje para Día a Día. Los
mismos nos atacaron con unos palos de escoba. No recuerdo quién ganó, si el
periodista o yo. La segunda fue una maratón frente a la Escuela Profesional
Isabel Herrera Obaldía. Un grupo de estudiantes vandalizaba en el área y yo
inocentemente saqué mi cámara pensando que era una protesta por el pago atrasado
de la Beca Universal. Los muchachos me corretearon, y aunque no me alcanzaron,
sí lograron pegarme con dos piedras, una en el brazo y otra en la espalda. Como
un meteorólogo, siento y vivo los cambios climáticos. Me toca tomar fotos a todo
sol, en contraluz, en oscuridad absoluta, con viento, con lluvia, con truenos y
relámpagos. Todos los días los veo bonitos. Aprendí amar y respetar la
naturaleza en todas sus facetas.
¡Plof!, entré al partido.
Con el transcurrir del tiempo fui asignada al “pull” de Deportes. Fue un
nuevo reto para mí. Me tocó aprender protocolos, según el evento deportivo;
también de deportes en general, incluso a punta de golpes. En una ocasión
caminaba mientras tomaba fotos de un juego de la LPF en la cancha del
“Cascarita” Tapia, y sin darme cuenta entré al cuadro de juego, y en fracciones
de segundo un árbitro chocó conmigo. Ambos caímos al piso. A él se le rompió un
poquito la cabeza por el lente de la cámara, yo me golpeé la cara con el cuerpo
de la misma. El árbitro se enojó y gritaba “¡qué hace ella allí!”. A ambos nos
llevaron a una esquina y nos dieron los primeros auxilios. En otra situación, el
boxeador Jezrrel Corrales se salió del “ring” porque las cuerdas del
cuadrilátero estaban flojas y sin querer me dio un puñetazo directo en el
tabique de la nariz. El golpe lo sentí tan fuerte que no podía ver y mis ojos no
dejaban de botar lágrimas. El doctor que me asistió me informó que acaba de
aprender un golpe de defensa personal.
Anécdotas tengo muchas, pero la verdad es que me enamoré de la fotografía.
Me encanta atrapar la vida en una fracción de segundo y el mejor regalo que
recibo es que extraños a mí elogien y acepten bien mis imágenes.
La vida con sus eventos diarios y los que aprecian mi arte son los que me
inspiran a seguir todavía hasta hoy en esta
carrera.